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Abrió el armario del aparador y puso sobre la mesa los entremeses: pepinillos destilando vinagre, aceitunas grises mezcladas con salitrosas alcaparras, sardinas de Nantes con su casaquilla plateada, rodajas de salchichón finas y transparentes, y frescos rábanos de encendido ropaje y tiesos moñetes de hojas, todo en verdes pámpanos de porcelana. Buen golpe de vista presentaba la mesa.

ENVUELTAS DE PECHUGAS. Se pican pechugas de pollos asados, champiñons y trufas; se hace una pasta de hojaldre fino; se extiende bien con el rollo; se ponen en forma de pastelillos rellenos de picadillo, y se fríen en manteca muy caliente. MANZANAS FRITAS. Después de peladas las manzanas, se cortan a rodajas, aprovechando el redondo, sin el corazón, y se ponen con azúcar y coñac unas diez horas.

Las corta en rodajas, les pone su marca, y hace dinero para pagar á su gente. ¡Figúrate si le faltarán partidarios con esa moneda de plata pura, más valiosa que la de los países civilizados!... Nunca acabarán con él; no tiene mas que ahondar en lo mío, para crear ejércitos.

Yo pensé que eran calzas, porque eran a modo de ellas, cuando él, para entrarse a espulgar, se arremangó, y vi que eran dos rodajas de cartón que traía atadas a la cintura y encajadas en los muslos, de suerte que hacían apariencia debajo del luto, porque el tal no traía camisa ni gregüescos, que apenas tenía qué espulgar según andaba desnudo.

¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? -dijo don Quijote-; que cuando comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas, que te lleve. Dime, animal, ¿qué sabes de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna? ¡Oh! Pues si no me entienden -respondió Sancho-, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates.

Le habrán hecho falta miles de duros, pero jamás al llevarse una mano al bolsillo ha dejado de sentir el contacto de las rodajas de plata... Pobre lo he sido yo, lo soy aún, lo he sido toda mi vida. Y como he visto de cerca la verdadera pobreza, fea y calva como la muerte, la detesto, y deseo que no me siga tenazmente, como hasta ahora, fuera del alcance de mi odio.

El Capitán vació por completo aquella parte del tronco del árbol, y amontonó la harina sobre grandes hojas. Después puso otra de las rodajas del tronco sobre la que acababa de vaciar y manejando con fuerza la maza, la despojó de toda la harina, repitiendo la maniobra con todos los trozos, y obteniendo en pocas horas muy cerca de ocho quintales de harina, que formaba un montón enorme.