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No puede haber sofisma mas falaz, porque siendo clarísimas las causas de la decadencia del Imperio de Roma, y no habiéndolas disimulado algunos de sus historiadores, era necedad buscar por causa de aquellas calamidades á la Religion Christiana.

La misericordia se lució en las clarísimas señas de predestinación, que hizo sobresalir en los once Reos, singularmente en las mujeres y con revelancia en Beatríz Cortés, mujer de Melchor José Forteza, que logró con dichosa piedad su notable caudal, en el sacrificio de sus buenas prendas y vida en lo mejor de su edad: en Isabel Aguiló, mujer de Pedro Juan Aguiló.

No fue presuntuosidad de vanidoso la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas, sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué obedecía?

Salió desde la Inquisición con las mismas insignias que el pasado, mordaza, coroza y capotillo de llamas y Cruz verde en las manos; pero estando ya en la Iglesia antes de oir su sentencia abrió los ojos, para abjurar sus errores con clarísimas señales de bien convertido y mucho consuelo de los católicos: leyósele su sentencia con méritos y fue relajado a la justicia y brazo seglar con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapso y confeso.

Durante las noches clarísimas, cuando el firmamento aparece cubierto de estrellas y pretendo contar uno por uno aquellos mundos de luz más grandes que el Sol y la Tierra, me consuelo ante aquellas miriadas de mundos de no haber podido visitar las pequeñas porciones de tierra que se llaman los Pirineos, o las insignificantes gotas de agua del Océano.

Y corrían los meses y la causa iba con pies de plomo, y el pobre diablo se encontraba metido en un dédalo de acusaciones, y el fiscal veía pruebas clarísimas en donde todos hallaban el caos, y el juez vacilaba, para dar sentencia, entre horca y presidio. Pero la Providencia que vela por los inocentes, tiene resortes misteriosos para hacer la luz sobre el crimen.

Queréis casarlos. ¡Qué monstruosidad, qué aberración, qué... y soltó un ajo mondo, lirondo y sonoro . Lo que no podrás negarte es a darme razones. Mi señora duquesa: las razones son clarísimas. De una parte, ese mancebo ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote.

Sabe emplear las imágenes y frases más familiares sin ser trivial ni prosáico, y las más insólitas sin faltar á la precisión ni pecar tampoco de ampuloso. ¡Con qué facilidad y tersura discurre en sus romances, y cuán dulcemente se mueven, como arroyuelos de clarísimas aguas; pero, al mismo tiempo, con cuánta pujanza corren en los momentos más críticos, iguales al torrente que atraviesa escarpadas rocas! ¡Con cuánta animación y cuánta vida; con cuánta gracia y delicadeza se transforman sus redondillas y décimas, ya en réplicas y contrarréplicas, ya en amorosas quejas, ya en juegos burlescos y caprichosos! ¡Qué encanto tan armonioso el de sus liras y silvas! ¡Y con cuánta majestad se ostentan sus octavas, canciones é imitaciones italianas!

Si insiste usted en traer a mi casa esas farsas estudiadas, o capítulos de novelas, me veré obligada a tenerla a usted o por impostora o por demente... Tengo documentos exclamó Isidora mostrando sus papeles. No quiero verlos. Supongo qué pruebas son esas. Yo las tengo clarísimas para probar lo que he dicho.

Toda esta alegría penetra dulcemente en el cerebro de Delaberge y le distrae de sus laboriosas meditaciones jurídicas. Después de un alto de pocos minutos en Clairvaux, marcha el tren por entre colinas cubiertas de bosque que dejan ver de vez en cuando las clarísimas aguas del Aube. El sol ha triunfado decididamente y el cielo todo es ya de un sedoso azul.