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Allí, al contrario de un trivial axioma de administracion, se profesa el principio de tener «muchos empleados, y mal pagadosLa empleomanía es una enfermedad endémica; pero la corrupcion oficial que la acompaña es un cáncer. Así se explican la corrupcion general de los partidos y el desgobierno en que vive el país de mas reglamentos y de mas empleados.

La va trabajando el hábito, se olvida de misma, se resigna inconscientemente a la trivial realidad que el destino le depara. Sus necesidades espirituales son tan hondas como su incapacidad para resistir el ambiente que la rodea. Pesa sobre ella el fatalismo ancestral.

Apenas de vuelta en el castillo, entregó Pedro a la huérfana, que se preparaba para la comida, la misiva de la señora de Aymaret; leyóla aquélla de prisa y no vio al pronto en su contenido nada de extraordinario, nada que pudiera distinguirla de esa correspondencia trivial que casi diariamente cruzaba con su amiga.

Luciana me interrumpió con violencia: ¿Qué he dado yo al señor Lautrec más que atención trivial y política que tiene toda mujer para el hombre que se ocupa de ella? ¿Qué me reprocha usted, fuera de una inofensiva charla? ¿Tendré que volverme imbécil y huraña para complacerlo a usted? Si así es, no soy la mujer que le conviene. Mucho lo temo.

Era el medio más largo, pero el más seguro, pues Liette no podía alarmarse por una conducta tan cortés y correcta, a no ser una coqueta farsante o una ridícula mojigata. Raúl le mostraba un respeto caballeresco y evitaba cuidadosamente esa galantería trivial y esas atenciones indiscretas a que su situación la exponía, y se lo agradecía infinito.

Me dirigió entonces una seña amistosa y me dijo: Gracias, hijo mío. ¿Aplicábase esta frase al apoyo de mi brazo o a mi frase trivial sobre la dicha de Elena? Me quedé en la duda y esta duda me ha turbado.

El balcón, sobre todo, les parecía delicioso para hacer labor y para leer. Acordábase Pilar de cuantas acuarelas, países de abanico y estampas sentimentales había visto, que representasen el ya trivial asunto de una joven cuya cabeza asoma por entre un marco de follaje.

También allí hacia falta el arte, y mucho arte; porque hasta que lo tocó con las manos no pudo convencerse de que lo más sencillo y trivial a la simple vista, lo que estamos contemplando a todas horas, porque vivimos entre ello, es lo más difícil de pintar en un libro.

Sobre la ojeriza trivial de pueblo y de historia, venera mi alma todo lo que puede enjugar una gota de llanto. ¡Ojalá que en Francia no se conociesen las lágrimas de la miseria, y que el mundo entero, toda la tierra, España tambien, tuviese un libro en donde estudiar ese caritativo secreto, ese bálsamo milagroso de profundas llagas sociales! Pero ¡ay! repito.

Muchos años antes, como ya sabemos, insistía en vestirse como Priscila, porque «era razonable que dos hermanas se vistiesen del mismo modo», y que «haría una cosa justa si para eso se pusiera un vestido amarillo color queso». Ese es un ejemplo trivial, pero característico, de la manera cómo estaba reglamentada la vida de Nancy.