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Los de La Rinconada asentían mudamente. Ya lo sabían ellos. Había que callar la visita, para evitarse molestias, como lo hacían en todos los cortijos y ranchos de pastores. Este silencio general era el auxiliar más poderoso del bandido. Además, todos estos hombres del campo eran admiradores del Plumitas. Su rudo entusiasmo lo contemplaba como un héroe vengador. Nada malo debían temer de él.

El espada fue a colocarse un instante frente al tendido donde estaban sus más fervorosos partidarios, y se apoyó en la barrera, dándoles explicaciones. El toro era malo: no había medio de hacer con él una buena faena. Los entusiastas, con don José al frente, asentían a estas explicaciones, que eran las mismas que ellos habían inventado.

Porque Cobo, en literatura ¡caso raro! , estaba por lo espiritual, lo delicado. En las novelas deben ponerse cosas agradables, puesto que se escriben para agradar. Esto decía con notable firmeza, resollando al hablar como un caballo de carrera. Los demás asentían.

El P. Irene, don Custodio y el P. Fernandez asentían con la cabeza. ¿Pero los indios no deben saber castellano, sabe usted? gritó el P. Camorra; no deben saber porque luego se meten á discutir con nosotros, y los indios no deben discutir sino obedecer y pagar... no deben meterse á interpretar lo que dicen las leyes ni los libros, ¡son tan sutiles y picapleitos!

¡Es mentira! gritó la mujer . No tiene mas que diez y ocho... Tampoco diez y ocho... menos aún: sólo tiene diez y siete. Se volvía á otras mujeres que iban detrás de ella, para invocar su testimonio; tristes hembras, igualmente sucias, con el rostro ennegrecido y las ropas desgarradas, oliendo á incendio, á miseria, á cadáver. Todas asentían, agregando sus gritos á los de la madre.

37. En este estado pues de cosas, pareció conveniente fortificar con un presidio el residuo de tierra, que está entre los rios Verde y Phacido, y para mayor seguridad de los presidarios, pareció oponer un castillo al del enemigo. Se habló con los Luisistas sobre dejar por ahora en esta tierra un presidio con 60 hombres, y hacer una fortalecita, de la cual cada semana saliese un destacamento á correr toda la tierra; porque no fuese que en algun escondrijo se estableciese el enemigo, y levantase fortalezas difíciles de destruir á los indios, que no saben, ni sufren el sitio ó combate. Empero no asentian los soldados, y no se podia juntar facilmente quienes se atreviesen

Cada cinco minutos alguien tomaba bruscamente la palabra y hablaba como quien cumple una faena obligatoria. Los demás asentían con la cabeza misteriosamente, pero bien veía yo que los que escuchaban no sabían lo que oían, lo mismo que el que hablaba no sabía lo que decía. Marta no se había presentado.

23 Y habiéndoles señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales declaraba y testificaba el Reino de Dios, procurando persuadirles lo que es de Jesús, el Cristo, por la ley de Moisés y por los profetas, desde la mañana hasta la tarde. 24 Y algunos asentían a lo que se decía, mas algunos no creían.

Muchos seguían sus palabras abriendo desmesuradamente los ojos, como si quisieran absorberlas con la vista. Juanón y el de Trebujena asentían con movimientos de cabeza. Habían leído confusamente lo que decía Salvatierra, pero en boca de éste les conmovía como una música vibrante de pasión. El viejo Zarandilla no temió romper este ambiente de entusiasmo, interviniendo con su sentido práctico.

Figúrese usté, señó Juan, si llegamos a vivir entonses... Lo que nos habría costao a usté y a , con algunos de estos güenos mozos que me oyen, haser tanto o más que ese Pizarro... Y los hombres del cortijo, siempre silenciosos, pero brillándoles los ojos de emoción por esta historia maravillosa, asentían con la cabeza a las ideas del bandido. Repito que hemos nasío tarde, señó Juan.