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Currita subió ligeramente al entresuelo, vivienda de Jacobo, y por tres veces tocó el timbre, sin que nadie contestara; abrióse al fin la puerta y apareció el jockey sin librea, cuello ni corbata, brillantes los ojos, arrebatadas las mejillas y oliendo a vino a dos metros de distancia.

Quiso hacerlo con más energía, y como estaba tan nervioso, tiró tanto que la campana atronó la casa. Lázaro se asustó, creyendo que Elías iba á salir hecho una furia, clamando contra el que así alborotaba. Largo rato pasó sin que nadie abriera; pero al fin distinguió alguna claridad al través del ventanillo; sintió pasos; una mano descorría la tabla, abrióse el agujero y aparecieron dos ojos.

Era la otra cascada y a veces chillona. ¡Vaya con la pareja! Riquín y D. José de Relimpio jugaban arrastrándose por el suelo. Caballo y jinete se besaban, locos de regocijo, en la confusión de las caídas leves. Abriose de pronto la puerta de la sala, y entró... nada menos que la Sanguijuelera.

Sumido estaba aún el artista en estas crueles cavilaciones, cuando la cortina de antigua tapicería que cubría la puerta del taller abrióse de pronto dejando ver el fresco y lindo rostro de Marcela. ¿Te incomodo, papá? No, hija mía respondió éste cubierto de densa palidez. ¿Puedo entrar? , mi vida. Y entró la niña, con un aro en la mano, presentando a su padre la frente. ¿Estás triste, papá?

El escribano, como que podía poner un nuevo testimonio, cedió por curiosidad y por algunos ducados. Abrióse el cofre, y encontraron la carta en que don Pedro revelaba á su hijo que conociera á su madre por medio del aderezo de brillantes.

Abrióse ésta al momento, y la dolorida voz de la duquesa exclamó: Salvadme, caballero, salvadme; abrid el postigo; entrad; yo muero. El duque entró, y encontró á doña Juana desmayada. Entonces hizo salir la litera de la casa de enfrente, sacó á doña Juana en sus brazos, la metió en la litera, cerró el postigo, y partió hacia Navalcarnero.

Aquella puerta prosiguió que estaba allá en lo más íntimo de mi sentido, abriose, como te he dicho, dando paso a una estancia donde estaba encerrada la idea que me persigue. ¡Ay, Nela de mi corazón, chiquilla idolatrada, si Dios quisiera darme ese don que me falta!... Con él me creería el más feliz de los hombres, yo, que casi lo soy ya sólo con tenerte por amiga y compañera de mi vida.

Abrióse al cabo una puerta, y asomó por ella la cabeza de una doncella. La camarera mayor de la reina quiere ver á la señora dijo la joven en voz baja. ¿Qué hacemos, doña Inés? dijo también en voz baja la una dueña á la otra. ¿Qué os parece que hagamos, doña María? preguntó la preguntada. La señora no duerme, que solloza dijo doña María.

»En aquel instante abriose la puerta y apareció Teobaldo. Mi esposo lanzó un grito de sorpresa: »¡Es posible! ¡el antiguo capellán del duque de Arcos! ¡El que el año pasado todavía era nuestro capellán! ¡verle en los altos puestos de la Iglesia! »En seguida, el Conde se acercó a él, y saludándole con respeto le dijo: »¿Parece, señor Teobaldo, que ha hecho usted una brillante carrera?

Nadie pensaría que se estaba mofando de él, a no ser porque de vez en cuando, aprovechando los instantes en que el tocado marqués miraba a la punta de sus botas buscando alguna frase bastante expresiva para ponderar su amor, hacía guiños maliciosos a los amigos que los contemplaban con curiosidad burlona. Abrióse la mampara del salón. Apareció Alvaro Luna.