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En medio de sus sollozos, oyose un grito que parecía partir de lo más profundo del alma: ¡Oh, Rodrigo! exclamó, ¡que injusta he sido contigo! M. L'Ambert permaneció soltero. Hízose fabricar una nariz de plata esmaltada, cedió su bufete a su oficial mayor, y compró una casita, de modesta apariencia, cerca de los Inválidos. Algunos buenos amigos alegraron su morada.

El capitán solicitó de D.ª Leonor el permiso de casarse en secreto con su hija antes de partir, pues de otro modo era imposible á causa de las muchas diligencias que se necesitaban. Cedió la viuda: efectuóse la ceremonia en casa de la novia: bendijo á los desposados el capellán del batallón: asistieron sólo tres compañeros del capitán.

Finalmente, Mariano Martín Fillol, clérigo, con la calidad de heredero del hospital y sus derechos, lo vendió y cedió a favor de la ciudad de Teruel en 2 de Octubre de 1555.

Al fin, uno cedió. ¿El más patriota, el más razonable? ¡Cuánto se ha dicho sobre esa entrevista de Guayaquil, que algunos historiadores, para quienes las cosas de la independencia están siempre al diapasón de la tragedia, han querido cubrir con un velo misterioso y levantar al nivel de los grandes problemas históricos!

Celebrado el casamiento y hecho en regla el traspaso de la droguería, el viejo droguero cedió hasta la habitación a sus sobrinos, y se largó a su tierra, en la Rioja, a disfrutar las primeras vacaciones que había logrado en su vida, perfectamente libre y descuidado.

Fui el único que no se atrevió a besar a la señora De Nièvres al volver de la iglesia. ¿Lo notó ella? ¿Hubo en su ánimo un movimiento de despecho o cedió simplemente al impulso de una amistad acerca de la cual, pocos días antes, quiso establecer por misma compromisos muy sinceros?

Permanezca usted aquí, como la única esperanza de salvación que le queda al Rey. Si yo caigo, importa que no perezca también usted. Es verdad, joven. ¡Buena suerte! Empujé la puerta, que cedió, y me hallé en un jardín abundante en plantas y arbustos. El sendero desviaba algo hacia la derecha y por él tomé, cautelosamente. Tenía oculta la luz de la linterna y mi diestra empuñaba el revólver.

Desafinan endiabladamente respondió Zeli. Bien pronto el humo, de negro que era, se convirtió en rojo vivo y por fin cedió el sitio a una columna de llamas, que, elevándose en torbellinos de la escotilla principal, proyectó sobre las aguas un largo reflejo de color de sangre. ¡¡Hurra!! gritaron los del brick.

Mira, tonta añadió el otro, que si no haces caso, nos vas á dar un disgusto. Baja en un vuelo, y deja eso, que es de la tierra y en la tierra debe quedar. En un momento vas y vuelves, tonta. Yo te espero en esta nubeAl fin Celinina cedió, y bajando, entregó á la tierra su hurto.

Verás á Doña Blanca. Por la amistad que me tienes, por la pasión y muerte de Cristo te suplico que te calmes para entonces, y trates de que sea lo menos cruel posible la entrevista que te voy á procurar. El Comendador cedió á todo, y agradeció al P. Jacinto los consejos que le daba y la protección que le ofrecía. Con febril impaciencia aguardó D. Fadrique el plazo que el padre le había pedido.