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Sin embargo, es sensible morir cuando se es rico; porque con mi parte de la presa, me hubiera divertido de lo lindo en París... ¡Dios! ¡la Cabaña!... ¡el Vauxhall!... ¡el Ambigú!... ¡y las señoritas! ¡Ah! , ¡es mortificante! porque ahora, en el tiempo de atar un gratel ya estaré cocido... ya no tengo sensación en las piernas... Es por vosotros por quienes lo siento... porque vosotros no sois muy tiernos, corderos míos... Estaréis endiabladamente duros, y para comeros hará falta una famosa salsa...

Podrá ser; pero sucede endiabladamente que yo pienso lo mismo que ellos; me siento mal, muy mal; me pesa cada pie un quintal, y cuando quiero andar derecho como in illo tempore, me da un crujido el espinazo, y el dolor me hace volver á encorvarme un tanto; el peso del arnés y del yelmo son malos, muy malos, amigo mío, bien lo sabéis, porque vos, como yo, los habéis llevado mucho tiempo; además, este respirar dificultoso, este hervor en el pecho; yo estoy muy malo y voy á hacer cuanto antes el testamento.

Su gran pasión disculpaba a los ojos de Bonis aquellas relaciones ilícitas con la cómica; pero desde el momento en que él faltaba a Serafina, dejándose interesar endiabladamente por los encantos marchitos, pero expresivos y melancólicos, llenos de fuego reconcentrado, de su legítima esposa, quedaba probado que la gran pasión pretendida no era tan grande, y, en otro tanto, era menos disculpable.

¡Ah! continuó diciendo, el caso es que todos hemos envejecido un poco y veinticinco o veintiséis años cambian endiabladamente las fisonomías... Y he aquí que le tenemos de nuevo entre nosotros... Miguelina, habrá que dar al señor la sala roja.

Desafinan endiabladamente respondió Zeli. Bien pronto el humo, de negro que era, se convirtió en rojo vivo y por fin cedió el sitio a una columna de llamas, que, elevándose en torbellinos de la escotilla principal, proyectó sobre las aguas un largo reflejo de color de sangre. ¡¡Hurra!! gritaron los del brick.

Yo he sufrido, es bien posible, llorado, aullado de dolor, y debo creerlo porque así lo he escrito. ¡Pero qué endiabladamente lejos está todo eso! Y tanto más lejos porque y aquí está lo más gracioso de esta nuestra historia ella está aquí, a mi lado, leyendo con la cabeza sobre la lapicera, lo que escribo.

Hizo un gesto a los músicos, y éstos, incapaces de desobedecer en nada a la autoridad, acometieron una música más viva y endiabladamente alegre que la de antes. ¡Pero como si tocasen a muerto!... Todos permanecían inmóviles y enfurruñados, pensando cómo podría acabar esta inesperada presentación.