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Actualizado: 29 de mayo de 2025
No se le ocultó que había de costarle muchos sacrificios, pero cedió a la tentación de ver a su hijo hecho personaje de toga con vuelillos. Para él la abogacía era lo de menos: al decir abogado, no concebía al chico defendiendo pleitos sino administrando justicia. Millán siguió el ejemplo de Pepe, porque estimaba bueno cuanto éste hacía. La vida de verdaderos estudiantes les duró poco.
Había escrito a Zaragoza y la doña Paquita se había contentado con lo de la Almunia. «Bastante era. El caserón era de Ana legalmente y moralmente». Ana cedió porque no tenía ya energía para contrariar una voluntad fuerte. Con más ahínco se negó a firmar los documentos que Frígilis le presentó, cuando se propuso pedir la viudedad que correspondía a la Regenta.
»Apoderose de él una intensa fiebre cerebral, y durante ocho días estuvo su vida en inminente peligro; no veía, no reconocía a nadie... ¡ni aun a mí! Al cabo de este período, la fiebre cedió algún tanto. »No tardará mucho tiempo en recobrar la razón díjome, entonces, el doctor; mucho cuidado, nada de ruido ni de emociones fuertes: he aquí el régimen que le prescribo.
Quien está desatinado eres tú decía el padre. ¿Á dónde vas? ¿No calculas el escándalo de lo que te propones hacer? Déjeme V., Padre. Yo no calculo nada. Esto es una perdición. Dios te ha dejado de su mano. Oye cuatro palabras con reposo y haz luego lo que quieras. Carezco de fuerzas para detenerte. El P. Jacinto cedió en su resistencia y el Comendador se paró á escucharle.
Ir a la fiesta solo, con Alejandro, era una dicha; el mulato reacio y voluntarioso, se había obstinado en no salir y, encerrado en su cuarto, se negaba a complacerme; pero fueron tantas mis súplicas y mis empeños, que al cabo cedió, y muy de mañana nos pusimos en marcha para el muelle.
Y por una puerta de atrás, a lo largo del corredor obscuro y de la escalera que crujía, los dos se deslizaron como dos ladrones que se hubieran introducido en la casa aprovechándose de la ceremonia. Consiguieron abrir la puerta más fácilmente de lo que esperaban; la cerradura, ya floja, cedió como si se abriera sola.
Mira, tonta, añadió el otro, que si no haces caso nos vas á dar un disgusto. Baja en un vuelo, y deja eso, que es de la tierra y en la tierra debe quedar. En un momento vas y vuelves, tonta. Yo te espero en esta nube.» Al fin Celinina cedió, y bajando, entregó á la tierra su hurto.
Ricardo no tenía por qué irritarse ante semejante idea. Pero lo cierto es que se irritó, y no poco. Procuró rechazarla como un absurdo y no logró más que hacerse cargo de que no sólo no sería absurdo, pero que ni aun tendría nada de particular. Abatido como se hallaba, la irritación cedió muy pronto lugar a la tristeza, una tristeza profunda y desconsoladora.
A la puerta tropezó con un personaje, a quien por poco derriba en tierra, el cual se paró en el umbral. Apenas lo percibió María, su cólera cedió a un impulso de risa, no menos violento. El personaje que lo ocasionaba era Momo, uno de cuyos carrillos estaba horrorosamente hinchado. Traía un pañuelo atado alrededor de su deforme rostro, y venía a que el barbero le sacase una muela.
Creyó encontrar cerrada la puerta del cuarto de Mariquita; pero cedió aquélla al primer impulso. La cama estaba vacía y toda la habitación en orden, como si nadie hubiese entrado. Igual soledad en la cocina. Atravesó a tientas la vasta pieza que servía de dormitorio a los trabajadores. ¡Ni un alma! Asomó luego la cabeza en el departamento de los lagares.
Palabra del Dia
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