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Actualizado: 27 de julio de 2025


D. Vicente Lopez: se dijo: Que reproducia en todas sus partes el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra, teniendolo activo y decisivo en sus casos el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. D. Mariano Conde, se dijo: Que reproducia el anterior voto del Sr. D. Vicente Lopez. Por el Sr. D. Ambrosio Pinedo, se dijo: Que reproducia el voto del Sr. D. Manuel Belgrano en todas sus partes. Por el Sr.

Pero estás hecho un trasto viejo, que no sirves para maldita de Dios la cosa. Todavía no puedes mover el brazo izquierdo que te dislocaron en el cabo de San Vicente. Mi amo movió el brazo izquierdo con un gesto académico y guerrero, para probar que lo tenía expedito.

Maltrana quedó anonadado por el nuevo infortunio que caía sobre él. ¿Adónde ir? Pero la nerviosidad de la desgracia, que agriaba su carácter, le hizo acoger con altivez esta contrariedad. Señor Vicente: usted es un buen hombre y no le creo capaz de tomar por solo tal resolución. Esto es cosa del Indio converso, que quiere monopolizarle, y tal vez de ese capellán amigo de usted...

Entonces, cuando las gentes se inclinaran ante él y nadie osara dudar de su honra, habría llegado el momento de vengarse de Gonzalo de San Vicente, pues no podía ser sino él quien, ayudado del campanero, propalaba por la ciudad las malvadas invenciones que le había referido el hidalgo. Volvió varias veces a la morería y a la casa misteriosa.

Ir de paseo al cementerio el día de finados por ver y hacerse ver, por aquello de ¿adónde vas Vicente?, a donde va toda la gente como se va a la plaza de toros, por novelería y por matar tiempo, es cometer el más repugnante y estúpido de los sacrilegios. Dejo en paz a los difuntos y vuelvo a las lloronas.

No debemos olvidar que las piezas más extensas de Gil Vicente, en las cuales se encuentran estas mismas cualidades, aunque no tan caracterizadas, son probablemente las últimas de este poeta, y anteriores á las de Naharro.

Allí estaba la roca Valencia, enorme ascua de oro, brillante y luminosa desde la plataforma hasta el casco de la austera matrona que simboliza la gloria de la ciudad; y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras rocas: San Vicente, con el índice imperioso, afirmando la unidad de Dios; San Miguel, con la espada en alto, enfurecido, amenazando al diablo sin decidirse a pegarle; la Fe, pobre ciega, ofreciendo el cáliz donde se bebe la calma del anulamiento; el Padre Eterno, con sus barbas de lino, mirando con torvo ceño a Adán y Eva, ligeritos de ropa como si presintiesen el verano, sin otra salvaguardia del pudor que el faldellín de hojas; la Virgen, con la vestidura azul y blanca, el pelo suelto, la mirada en el cielo y las manos sobre el pecho; y al final, lo grotesco, lo estrambótico, la bufonada, fiel remedo de la simpatía con que en pasadas épocas se trataban las cosas del infierno, la roca Diablera; Pintón coronado de verdes culebrones, con la roja horquilla en la diestra, y a sus pies, asomando entre guirnaldas de llamas y serpientes, los Pecados capitales, horribles carátulas con lacias y apolilladas greñas, que asustaban a los chicuelos y hacían reír a los grandes.

Virrey como a Capitán General con recado al S.r Inq.or con D.n Vicente Mut, Sargento Mayor por Su Mag.d Ingeniero Mayor y Cronista deste Reyno y á Jaime Despuig y Gual, Capitán de Cauallos, ofreciéndole una Compañía de infantería de 200 hombres y otra de cauallos, y quedauan á su orden para que dispussiese dellas como pareciesse en orden á la función del dicho Auto, y que el dicho S.r Inq.r diesse el nombre para las guardias de la Ciudad aquellas dos noches, y les hizo así á su tiempo.

Al salir de San Vicente, se despide el viajero de la tierra que no vuelve á ver en ocho dias; el mar y el cielo son su única perspectiva en todo ese tiempo. Hay algo de solemne y magnífico en un viaje por mar, por ese prepotente elemento que nos habla del infinito con la tremebunda voz de su cólera.

Una mañana, al salir Isidro, vio que el señor Vicente abandonaba al mismo tiempo su habitación, como si le esperase. Los dos se juntaron en el rellano. Señor de Maltrana, tenemos que hablar. Le dolía mucho lo que iba a decirle, pero le obligaba la necesidad. Debía buscar una nueva casa; él abandonaría aquélla apenas acabase el mes. No puedo, señor de Maltrana; no puedo pagar el alquiler.

Palabra del Dia

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