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Actualizado: 12 de junio de 2025


Consideremos primero el FAUSTO como drama sencillo, como drama humano; esto es, no veamos en él sino la primera parte, descartando de ella todo aquello que justifica, pide y exige la creación de la segunda. Y hablemos después de la segunda parte, y de todo aquello que hace del FAUSTO un poema misterioso, enciclopédico, filosófico y con pretensiones o realidades de archi-profundo.

No creas que tengo el ánimo de permitir que me engañes esta vez; por lo tanto, dame el brazalete como primer pago, y no hablemos más. Y le tiró un manotón al brazo, que ella evitó, haciendo un rápido movimiento. No acepto exclamó con una repentina y feroz determinación. ¡Ahora te conozco!

Por dos veces quiso decir algo, y al fin hizo un esfuerzo para contener sus palabras, sonriendo con una malicia forzada. No hablemos de eso. Que cada cual guarde sus secretos. Y para que el príncipe no reincidiese en su curiosidad, siguió ocupándose del juego. Pero él no la escuchaba, sumido en sus pensamientos. Había acertado; aquel efebo era su amante, y sufría por él.

Cuando Watson, después de la cena, intentó disculparse con Robledo, pidiendo que le perdonase su rudeza, el español le hizo callar. No hablemos del pasado; tan amigos como antes: lo nuestro resulta un incidente sin importancia. Lo verdaderamente terrible es lo del pobre Pirovani y la situación en que se ve Canterac... Comprendo la impresión que han producido en usted sus palabras. ¡Pobre hombre!

Coloca suavemente la mano sobre su hombro; y, con una voz trémula de dulzura infinita y de inmensa tristeza: Levántate, hijo mío, y hablemos. Juan no hace un solo movimiento. ¿No quieres decirme qué tienes contra ? El desahogo consuela... Alivia tu corazón contándome tus penas. ¡Consolar mi corazón!... ¡Ay!...

Hablemos un poco... Pero él no me ama a murmuré tristemente. ¡Déjame hablar, qué diablo! Si lo amas, sabrás sin pena que su matrimonio se ha roto. ¿Completamente? Completamente. La misma Luciana le ha confesado la historia y lo ha dispensado de sus juramentos. ¿Y él ha consentido? Sin resistencia, y debe estimarse muy dichoso.

Y cambiando de tono, temblándole la voz, añadió: Hablemos de otra cosa, Pablo, de algo muy grave. Don Pablo la miró, y echó de ver entonces que había llorado, que estaba pálida y tenía los labios blancos. Habla, Casilda, me asustas, ¿qué pasa aquí? ¿dónde está Quilito? ¿a dónde ibas?

Mi Susana, que ya no es más que un ángel, ha recibido a Dios, este último lunes, con el aparato ordinario de esta santa y terrible ceremonia; yo creí que se hubiera trastornado algo, pero, por la gracia de Dios, ni se asustó, ni sufrió su semblante la menor alteración; al contrario, ha redoblado su tranquilidad y su alegría; todo el día pareció transparentarse en su mirada cierto fondo de dicha: la noche antes nos dijo: «Hablemos de mi tranquilidad; yo he hecho cuanto he podido por mi conciencia, y todo lo que he podido por mi salud.

Pero estoy fatalmente condenado a no poder hacerlo.... Esta única flor de mi existencia es el fruto de mi mayor pecado...: no hablemos de él, que es irremediable; hablemos de ella, de la pobre flor sin sombra. ¿No estoy aquí yo? ¿De nada podré servirle cuando tanto la quiero? ; que la servirás de mucho: esa es mi esperanza.... Pues ordene usted, señor.

Don Francisco vendrá á buscaros... Pues no encuentro medio... ; dejar esta conversación. Dejémosla. Hablemos de otra cosa. Pero ninguno de los dos habló. Bebieron en silencio sus copas. Pasaron algún tiempo callando. Dorotea miró involuntariamente á Montiño. En aquel momento Montiño miró á la comedianta. Esta doble mirada fué más elocuente, más intensa que la anterior.

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