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Actualizado: 12 de junio de 2025
Tristán, muy pálido también, quedó unos instantes silencioso y al cabo dijo haciendo visibles esfuerzos para hablar con calma: Es inútil que hablemos más. Todas las cosas tienen un término triste en este mundo y la amistad es de las que primero se marchitan.
Vamos, hijo mío, vamos; seguid siendo valiente y acordáos para serlo de que vuestra serenidad, vuestra paz exterior en estos momentos es la paz del alma, es la vida de la inapreciable compañera que os ha dado Dios; recoged todas vuestras fuerzas, preparáos y no hablemos más. Y tiró de don Juan. Algunas calles más allá se encontraron en la de Don Pedro.
¡Oh! ¡sí! ¡callaré! pero amaré... os amaré... aunque no os conozca... ¡os amaré siempre!... ¡sin esperanza...! Olvidemos locuras y hablemos de lo que importa, porque vamos á separarnos. Parémonos en esta esquina. Respondedme, si es verdad que he causado en vos la impresión que decís. ¿Oísteis hablar á alguien en la galería? Sí. ¿Qué oísteis...?
He dicho «hablemos seriamente,» nada más. Hagamos proyectos para el porvenir ¿quiere usted? Por ejemplo ¿ha encontrado alguna ocupación que pueda convenirle? ¿Cómo? exclamó Huberto, en tono de burla ¿usted también piensa en eso? Creía que era una idea exclusiva del señor de Chanzelles, y que yo era libre de seguir sus consejos.
He visto en vos, señora... ¡la verdad es que no he visto nada fuera de vuestra hermosura, que es divina! Pero... mi hermosura sola no hubiera causado en vos... en fin, no hablemos más de esto... os recibo por mi amigo.. conozco que os apreciaré... os apreció ya, no sé por qué... sobre todo, no me gusta una guerra fatigosa, un galanteo que á nada conduciría, porque es una locura.
El terror de tus compatriotas durará mucho tiempo, Blasillo; además, nuestro retiro continúa siendo tan seguro y tan secreto como antes; hablemos, pues, Blasillo, del convento de Santa Magdalena. Hablemos, comandante. Hablaron, y largamente.
Vamos, siéntese usted, aquí, a mi lado, y hablemos.
¡Cómo! la dije, ¿ya se ha marchado el poeta, a pesar de los encantos de usted? ¡Ay de mí! exclamó riendo; olvidemos lo que es triste y hablemos un poco de esa joven tan deliciosa... de la hija de Lacante. Tampoco eso es alegre; la pobre niña está acaso a estas horas en el duro trance de la muerte. Entonces hablemos de otra cosa dijo secamente; y me dejó casi en seguida.
Silbe usted también ordené a Sarto, para llamar a nuestra gente y entretanto icemos el cuerpo que ahí traigo. No hablemos ahora. Llegaron nuestros hombres y apenas tuvimos el cadáver de Máximo en tierra, vimos a tres jinetes que saliendo del otro lado del castillo, se dirigían hacia nosotros, aunque no podían vernos todavía, porque estábamos a pie.
Bien; me dijo, mirándome con una expresión que no pude comprender, acepto, seré su hija adoptiva de usted... pero en un convento. ¡En un convento! ¡monja tú! Sí; una vez monja, mi porvenir está asegurado. Pero tú, que empiezas ahora a vivir... ¡renunciar de tal modo a la esperanza! Es lo único que aceptaré de usted, un dote reducido, cuanto baste... No. Pues no hablemos más de ello. Y se levantó.
Palabra del Dia
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