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Actualizado: 12 de junio de 2025
Dorotea dijo al fin don Juan , ¿queréis que hablemos seriamente? ¿Pues qué, don Juan, creéis que yo me chanceo? Quiero decir, que hablemos sin locuras; con arreglo á la situación en que estamos colocados. Hablemos. ¿No hay un medio de unirnos? Ninguno. ¿Ni aun de que vivamos como dos hermanos?
Ya sabe usted que no puedo corresponderle... Hablemos de otra cosa. Y apresuradamente, queriendo desviar con su charla el curso de la conversación, que le parecía peligroso, comenzó a hablar de sus rústicos placeres.
¡Y me vende! ¡Te vende! ¡te vende!... En fin, no hablemos de eso... ya has dicho que no quieres mis filosofías. Ello es, que si armas arriba una escena de honor ultrajado, en seguida hay otra de entierro. ¡Hombre dices las cosas de un modo!... La verdad. Un drama completo.
Y el sencillo servidor del templo levantaba sus manos con expresión de súplica, mientras sus ojos se empañaban con lágrimas. Ten calma, Esteban. Hablemos como hombres, sin exclamaciones y llantos. Mírame a mí: estoy sereno, y no creas por ello que es menos cierto que me iré hoy mismo si no accedes a mi súplica.
Ya habéis dicho que hablemos con juicio, y es una locura pensar que puedan amarse como hermanos un hombre como vos y una mujer como yo. Vivamos como amantes. ¡Como amantes! ¿pues qué, no os vais de Madrid? Sí por cierto; pero por el mismo camino que yo me vaya podéis ir vos. Y bien; suponiendo que yo consienta... Y Dorotea miraba de una manera ansiosa á don Juan.
Pues bien: hablemos ahora cuanto quieras, de mis patos, mis gallinas, mis conejos, mis perros y mis flores. Ocho días después, me despedí de mi tío y me puse en camino para Italia. Llegué, vi y vencí.
¡No haré semejante cosa! dije. ¡Ni usted tampoco! Desde ahora me niego rotundamente a engañar de tal modo a la Princesa. Sarto clavó en mí sus ojillos penetrantes. Después apareció en sus labios sardónica sonrisa. Corriente, joven; como usted quiera. Vaya, limítese usted a tranquilizarla un poco, como pueda. Y ahora hablemos de Miguel. ¡A quien Dios confunda! dije. Ya hablaremos de él otro día.
Sé bien que el amor, el verdadero amor, es tímido y pudoroso, que no gusta de revelar secretos, que se afana por vivir escondido.... ¡Merece usted disculpa! Pero sé también que cuando amamos, cuando se ama como yo sé amar, es necesario que hablemos con alguno, de la persona amada. Se entiende que con alguno que sepa sentir como nosotros.
Saltó al suelo y estrechó á su tutor entre sus brazos. Vamos; vístete, dijo Fortunato; vas á coger frío. Pero, ¿cómo es que llega usted tan de mañana? Tomé el vapor ayer por la tarde; he corrido toda la noche en ferrocarril y aquí estoy. Pero debe usted estar muy cansado.... Nada, absolutamente. Hablemos de ti. Durante este tiempo, Mauricio se había vestido.
No ya el hacerlo, sólo el pensar en hacerlo, en desmenuzar mis ideas, me da la aprensión de volver a sentir aquella horrorosa debilidad del cerebro.... No hablemos más de esto. Bastante hago si le escribo, pues prohibido me lo tienen. Pero entendámonos. Lo prohibido no es escribir a usted. ¿Hablo ahora claro? Lo prohibido es escribir mucho, sea a quien sea, y sobre todo de asuntos serios.
Palabra del Dia
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