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Actualizado: 12 de junio de 2025


Va usted a sanar en seguida.... Esta tarde le traeré yo, con toda solemnidad, lo que usted necesita, pero antes es preciso que hablemos a solas un rato. Y después... después... recibirá usted el Pan del alma.... ¡El pan del cuerpo! gritó con supremo esfuerzo el moribundo, irritado cuando podía . ¡El pan del cuerpo es lo que yo necesito!... que así me salve Dios... ¡muero de hambre!

Hablemos como si fuésemos comerciantes; unos comerciantes que tienen prisa y no malgastan sus palabras... Yo te debo dinero, y me es imposible vivir tranquila mientras no te lo devuelva: trescientos mil francos que me dió tu madre, lo que me prestaste en el Casino... tal vez algo más. Tengo bastante para pagar. Si no quieres ocuparte del asunto, envíame á Toledo.

En hora buena dijo el gitano ; hablemos un poco, porque eres , mi buen amigo, el que vas a enviarme a la eternidad. ¡Hermosa profesión la tuya! haces lo que Dios no podría hacer: a una hora fija, en un punto dado, apagas una vida como se sopla una vela. Lo cierto es, hermano, que esto no dura mucho más respondió el verdugo sonriendo.

Así que sacié mi apetito, levantó la mesa la sirvienta, se encendió un espléndido fuego en el hogar, y nos sentamos, el cura y yo, cada uno a un lado de la chimenea. Veamos, pues, Reina, hablemos seriamente. ¿Qué tienes que contarme? Adelanté mis piececitos hacia las llamas del hogar y respondí tranquilamente. Mi cura, me muero.

No: ¡si he salido yo casi al mismo tiempo que Vd.! Nada ocurre; pero quiero que hablemos. Entró doña Manuela en la botica, esperola él a la puerta, y apenas la vio salir, continuó de este modo, mientras ella le seguía dócilmente: Vámonos ahí al lado, al pórtico de San Isidro. Y subieron las escaleras de la iglesia. Mire Vd., madre, yo no quiero callarme: estoy disgustadísimo.

Se la daré y aprovecharé la ocasión para darle un desengaño dijo doña Clara, como obedeciendo á un pensamiento repentino. Pues bien, tomad; guardadlo y hablemos de otra cosa. Del cambio que me han dicho se ha efectuado en palacio. Ha pasado tanto en mis asuntos propios dijo doña Clara , he estado tan poco desocupada en todo el día, que no he tenido tiempo para pensar en nada...

Eso es, mi querida señora dijo el doctor, que se llama, según creo, Desmarets; no hablemos más de eso; beba refrescos, que la calmarán. ¡Nada, nada me calmará, doctor, sino la muerte! ¡Pues bien, señora, cuando guste! replicó resueltamente el doctor.

Señorita... articuló el capellán, no menos alterado , no esté de pie, no esté de pie.... Siéntese en este banquito.... Hablemos con tranquilidad.... Ya conozco que tiene disgustos, señorita.... Se necesita paciencia, prudencia.... Cálmese.... Nucha se dejó caer en el banco. Respiraba fatigosamente, como persona en quien se cumplen mal las funciones pulmonares.

Perdonad, señor mío le dijo sonriendo ; pero me hacéis mucho daño, y no tengo valor para que me lastiméis de nuevo; aún siento el dolor horrible del cruel beso que me dísteis esta mañana. Tratadme, pues, con caridad; sentáos y hablemos como dos buenos amigos que se despiden para no volverse á ver. ¡Ah, Dorotea! ¿estáis irritada conmigo? Irritada no; estoy lastimada y nada más. Pero sentáos.

En cuanto estaban solos, hablaban de aquel asunto. Álvaro negaba que hubiese por su parte amor; era un capricho fuerte arraigado en él por las dificultades. Visita fingía preferir que fuese una pasión verdadera; disimulaba el placer íntimo que encontraba en las afirmaciones del otro. Ya lo sabes, Visita; amar no es para todas las edades. No hablemos de eso.

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irrascible

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