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Actualizado: 15 de julio de 2025
Una vez concluyó por decir sonriendo cínicamente: «Y por último, si se quiere saber lo que es la aristocracia de Madrid, ahí está la duquesa de Tornos, que es un buen resumen de todos sus vicios.» Ventura quedó aterrada. Sabía vagamente los motivos de rencor que el Duque tenía contra su esposa; pero no creía posible que un marido pudiese hablar de aquel modo de su mujer en ninguna circunstancia.
Los cuatro jinetes emprendían una carrera loca, aplastante, sobre las cabezas de la humanidad aterrada. Tchernoff describía los cuatro azotes de la tierra lo mismo que si los viese directamente. El jinete del caballo blanco iba vestido con un traje ostentoso y bárbaro. Su rostro oriental se contraía odiosamente, como si husmease las víctimas.
Y con su mirada aterrada indicaba á la joven aquel personaje de pie, inmóvil y sombrío entre las cortinas de seda. El recién llegado sonreía ya, seguro de su poder, y no miraba á Jenny Hawkins. Sus ojos se habían fijado en otra cara cuyas deformaciones seguía con gozo cruel. Sorege, también de pie, se preguntaba si había perdido la razón ó si un milagro había hecho salir de la tumba al que él había metido en ella vivo.
¿Cómo...? ¿Qué dices? respondió Clara aterrada al ver los ojos de su marido, pero sin comprender todavía. ¡Te pregunto qué es lo que me has echado en el te! gritó con más furor sacudiéndole el brazo y soltándolo después con un movimiento de repulsa que la hizo tambalearse. Clara comprendió al fin y llevándose las manos a los ojos exclamó con espanto: ¡Dios mío, qué horror!
Mientras vacilaba entre el pudor y la necesidad, la vieja sirvienta, aterrada, al parecer, por la mirada hambrienta que fijé sobre ella, cortó la cuestión, cerrando bruscamente la puerta. Entonces, tomé mi partido, resolviéndome á ayunar hasta el día siguiente.
La voz clara y armoniosa del sacerdote resonaba en la gran nave relatando sin fatiga, uno a uno, los dolores del condenado. La muchedumbre escuchaba inmóvil y aterrada. Allá en el fondo, cerca del altar mayor, la imagen del Salvador, rodeada de cirios, parecía una gran mancha roja cuyos resplandores hacían pasar algunas sombras fugitivas por las paredes del templo.
Sábado 2, á las 6 de la mañana, en frente de Maldonado, descubrieron á sotavento la embarcacion del dia antecedente aterrada, y se reconoció llevaba vela latina, y á medio dia echaron un gallardete español en el palo mayor, para llamar la embarcacion, que conocieron ser tartana.
Y la voz del bufón al pronunciar estas palabras, era ronca, opaca, casi imperceptible, y á pesar de esto, era poderosa y marcaba todas las entonaciones, todas las gradaciones de la pasión. Dorotea le escuchaba muda, aterrada, dominada por aquella pasión viva. Oye, la dijo el bufón : yo amo.
¿Pero no hay medio de poder evitar esto? gritó, aterrada. ¡La muerte de mi pobre padre es, ciertamente, demasiado dolorosa sin necesidad de que venga esta segunda desgracia a aumentar la aflicción! Me hablaba con la misma franqueza que lo hubiera hecho con un hermano, y comprendí, por su modo vehemente, ahora que sus sospechas se habían confirmado, cuán grande y completa era su desesperación.
Todos los años cumplia el cabildo por el mes de setiembre el aniversario fundado por la aterrada D.ª Constanza; y por espacio de trescientos sesenta y cinco dias con sus noches, hasta cumplirse el año de la muerte de D. Fernando, habian constantemente ardido cuatro cirios sobre la misma sepultura, yendo diariamente el obispo y el cabildo á decir su responso por el alma del malhadado rey.
Palabra del Dia
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