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Actualizado: 7 de junio de 2025


Nada arrastra tanto como el ejemplo de un príncipe, capaz por solo de salvar o perder a una sociedad entera, y la severa repulsa dada a Currita en Palacio, justa en medio de su severidad, que si de algo pecaba era sólo de tardía, había de arrastrar sin duda a Madrid entero, derrumbando a la ilustre dama desde la altura de su gloria, con todo el estrépito de los grandes escándalos, con todo el ensañamiento con que del árbol caído se apresuran todos a sacar leña.

¿Cómo...? ¿Qué dices? respondió Clara aterrada al ver los ojos de su marido, pero sin comprender todavía. ¡Te pregunto qué es lo que me has echado en el te! gritó con más furor sacudiéndole el brazo y soltándolo después con un movimiento de repulsa que la hizo tambalearse. Clara comprendió al fin y llevándose las manos a los ojos exclamó con espanto: ¡Dios mío, qué horror!

Bajaban á ciertas horas del día á los talleres, para dar sus órdenes á los contramaestres, y volvían á encerrarse en su estudio misterioso, sin que los obreros oyeran de sus labios la menor repulsa. Su jefe era Fernando Sanabre, el cual, mostrando una memoria prodigiosa, conocía á todos los trabajadores, llamándolos por sus nombres.

La hija de Escudero sufría mucho con esta repulsa, pero la encontraba justificada y aun por ella profesaba hacia el duque un respeto sin límites. La duquesa, en cambio, se le había mostrado propicia. La saludaba desde su coche en el Retiro con extrema amabilidad, la convidó a su palco del Real dos o tres veces y le envió un precioso regalo el día de su cumpleaños.

Don Fadrique no iba allí, sin embargo, con el intento de acercarse á Doña Blanca otra vez y de sufrir nueva repulsa, sino á fin de hallar á D. Carlos, quien, á su parecer, no podía menos de estar en la iglesia, ya que no había otro medio de ver á Clara.

Jamás Elisa había previsto, ni en sus sueños más negros y desesperados, que un hombre se había de resistir a sus atractivos poderosos y a la magia de sus coqueteos; que este hombre la había de enamorar cuando era ella la que solía enamorar a todos los hombres, y que al fin la había de impulsar hasta el punto de tomar la iniciativa y de mendigar su mano, y de recibir de él una repulsa insolente y desapiadada.

¿Cuánto no suaviza esta frase toda mala contestación? Por mejor decir, no hay con ella mala contestación posible, y todo aquel que sepa lo que es una repulsa seca, sabrá apreciar cuánto valen las buenas palabras. Son el vino que se mezcla con el agua para quitarle su crudeza. Ejemplo: No, quiere decir que no.

Conoció también don Paco que importaba mucho que su petición y la subsiguiente repulsa no llegaran a saberse, y aunque no tuvo valor para rasgar o quemar lo que él escribió y la contestación de Juana, guardó ambos documentos en el más secreto escondite de su escritorio.

En la iglesia de Caracoto la sangre de los españoles llegó á cubrir los tobillos de los asesinos. En Tapacari, pequeño pueblo de la provincia de Cochabamba, se quiso obligar á un padre á desgarrar el corazon de sus hijos á la vista de la madre: y la repulsa á tan inicuo mandato, fué la señal de su comun exterminio.

Mientras abría el sobre con unas tijeras, deseaba casi encontrarme con una repulsa brutal y definitiva. Y leí. «Amigo mío: Mi resolución se ha afianzado, como usted deseaba. Espero qué vendrá hoy a ver a mi padre. Yolanda». ¡Ah, qué felicidad!... No es fácil concebir la dicha de un momento semejante. Pero, después... ¡qué vergüenza, qué vergüenza!

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