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Lea, de rodillas se arrastraba á los pies de su antiguo amante, levantaba hacia él su hermosa cara inundada de lágrimas y todo su ser se estremecía. En un movimiento de febril ardor sus labios tocaron los del joven... Pero él la separó dulcemente y la dejó á cierta distancia, aterrada por aquella frialdad que había esperado vencer. Es tarde Lea, dijo; la noche avanza y hay que pensar en mañana.

Fortunata estaba tan absorta y aterrada, que no podía pronunciar palabra alguna. «Ya te he dicho que lo paso todo, menos dar un disgusto a mis padres. Así es que anoche me planté conmigo mismo, y dije: 'Aunque me muera de pena, esto se tiene que acabar'. que me costará una enfermedad. El golpe será rudo. No se arranca fibra tan sensible sin que duela mucho.

¿Y el robo también? la interrumpí con mal disimulada dureza. ¡Señor! me respondió como aterrada por el sonido de la pregunta . Aunque capaz fuera de eyu, ¿qué yo ónde guarda las riquezas el mi amo, ni si las tiene en casa tan siquiera? Esto, por las buenas; porque si aún la parecía mucho, acudiría a las malas, pues, por las malas o por las buenas, ello había de hacerse, y en el aire.

No hace falta dijo Refugio con arranque, echándoselas de noble y desprendida . Entre personas de la familia... ¡Ah!, esta tarde le mandaré el sombrero y las demás cosillas. Como quieras... Aguarde un momento, que le voy a decir una cosa. ¿Qué? preguntó Rosalía aterrada otra vez. Le voy a contar lo que dijo de usted la marquesa de Tellería. ¿De ? De usted... ahí, sentadita en ese mismo sillón.

Y diciendo esto, dobló con ansia la esquina de la calle de San Bernardino, donde él mismo había puesto el cadáver del sargento mayor. Apenas salió el duque de Lerma por la puerta principal, cuando doña Ana, aterrada aún, se fué á buscar al cocinero mayor, que se había quedado dentro de la casa.

Calla y duerme repuso aterrada, pareciéndole que evocar lo pasado era incitarla al delito. A las cuatro y media, cuando empezaba a despuntar el día, Clotilde llamó otra vez. Julia, con mano firme y pulso seguro, le dio la cantidad que debía del líquido contenido en el frasco grande, y esperó... ¿Vendría la agitación esperada y temida por el doctor?

; , señor, vuestro hijo contestó el duque de Uceda. Y el padre y el hijo delante de doña Ana, aterrada, quedaron mirándose frente á frente. Entrambos se encontraban contrariados. Ni el padre ni el hijo habían esperado verse allí de una manera tan ambigua.

Sin embargo, hoy se invoca aún por cierta escuela la moralidad de aquellos tiempos. Cierta escuela grita aterrada que tocamos ya un período disolvente, que nos precipitamos por instantes en un abismo de perdicion. La escuela á que me refiero dice bien: corremos por instantes á la disolucion.... de dicha escuela. A las once en punto entraba en el patio del hotel de Feydeau.

La muchedumbre traía algunas luces, y de cuando en cuando una voz pronunciaba muy alto un viva, contestándole otra tremenda y múltiple voz. La gente bajaba, y Clara bajaba delante. Aquello le dió más miedo que los borrachos; pero cuando se encaró con la Cibeles, cuando vió aquella gran figura blanca en un carro tirado por dos monstruos blancos, se detuvo aterrada.

Salió escapado de la casa, y al poco rato los del herrero del bajo vinieron diciendo que le habían visto en la Ronda, pegando tiros contra la tapia de la fábrica del Gas, como para ejercitarse... ¡Ay!, la de los Pavos estaba aterrada. Toda aquella sabiduría lógica, que el pobre chico tenía en la cabeza, se le había convertido en humo sin duda.