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Actualizado: 15 de julio de 2025
Tus acciones parecen misericordiosas, dijo Ester desconcertada y aterrada, pero tus palabras te hacen horrible. Una cosa te recomendaré, á tí, que eras mi esposa, dijo el sabio. Tú has guardado el secreto de tu cómplice: guarda también el mío. Nadie me conoce en esta tierra. No digas á ningún sér humano que en un tiempo me llamaste tu esposo.
Don Juan se encontraba al fin delante de ella, estaba bajo la influencia de su hermosura aumentada por el temor, por la agonía del alma, bajo el magnetismo de sus hermosos ojos ansiosos y enamorados, en contacto con aquella vigorosa organización que se estremecía aterrada. Don Juan lo olvidó todo; no vió más que á doña Clara.
Cuando la Venus de Médicis salió del cubil, vio que entre las personas que miraban por la ventana, estaba Jacinta, acompañada de su doncella. vii Había presenciado parte de la escena y estaba aterrada. «Ya le pasó lo peor dijo Nicanora saliendo a recibirla . Ataque muy fuerte... Pero no hace daño. ¡Pobre ángel! Se pone de esta conformidad cuando come». ¡Cosa más rara! expresó Jacinta entrando.
Abrirle las puertas de una casa es abrirlas a la liviandad, a la seducción, a la imprudencia. Esto es todo lo que sé acerca del Sr. de Araceli, sin quitar ni poner cosa alguna. Presentación estaba absorta y doña María aterrada. Señora, señorita y caballeros repuse yo, no disimulando la risa . Al Sr. D. Pedro del Congosto han informado mal respecto al suceso que últimamente ha contado.
¿Qué es eso? se apresuraron a preguntarle su madre, su novia y las personas que se le acercaron corriendo . ¿Qué te pasa? ¿Te sientes indispuesto? Sí, me siento mal. Y al levantar la cabeza dejó ver un rostro tan pálido que su madre dio un paso atrás, aterrada. Sí, me siento mal, ¡muy mal! Apenas había pronunciado estas palabras una ola de sangre se escapó de su boca.
Juzgue, pues, de la confianza que puede merecer un carácter tan voluble que borra en menos de un año una pasión que él aseguraba ser eterna. Antoñita bajó la cabeza ante esta profunda indignación de Amaury y permaneció como aterrada. Eres muy severo, Amaury dijo el doctor. ¡Oh! sí muy severo añadió tímidamente Antoñita. ¿Le defiende usted, Antoñita? exclamó vivamente Amaury.
Ya Agamenón se ha arrepentido, ya el consejo de reyes le han devuelto a Briseis, que llora al ver muerto a Patroclo, porque fue amable y bueno. Al otro día, al salir el sol, la gente de Troya, como langostas que escapan del incendio, entra aterrada en el río, huyendo de Aquiles, que mata lo mismo que siega la hoz, y de una vuelta del carro se lleva a doce cautivos.
Allí estaban dos hombres en el suelo, uno sobre otro, cruzados, confundidos, formando un solo cuerpo, como si un clavo invisible los uniese por la cintura, soldándolos con sangre. No había errado el tiro. El golpe de la vieja escopeta había sido doble. Y cuando Sènto y Pepeta, con aterrada curiosidad, alumbraron los cadáveres para verles las caras, retrocedieron con exclamaciones de asombro.
Entre tanto, la hermosa doña Ana, sola, porque siguiendo los consejos del bufón, había despedido á sus criados; aterrada, porque la situación en que se encontraba, teniendo en las habitaciones inferiores el cadáver, cosido á puñaladas, del sargento mayor, no era para menos; halagando la sola esperanza de que el rey, á quien esperaba por anuncio de Montiño, enamorada de él, la salvaría, ocupábase en acabar de ataviarse de una manera magnífica, porque, aunque según lo convenido, debía recibir al rey á obscuras, por el tacto, lo mismo que por la vista, se aprecian las buenas telas y las ricas alhajas, y en echar esencias en sus cabellos y en procurarse por todos los medios parecer hermosa sin luz.
Veo que estás muy cansada. ¿No te convendría descansar un poquito? ¡Oh! no, señor; no puedo descansar dijo Clara, aterrada ante la idea de que la llevaran á una sacristía. Sí, hija mía: estás muy fatigadita, y yo no tengo corazón para verte andar por esas calles á estas horas y con este frío. No importa, señor cura: no me puedo detener. ¡Jesús, María y José!
Palabra del Dia
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