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Por otra parte, los volcanes no suelen esperar que les arrojen víctimas: ya saben ellos encontrarlas cuando hienden la tierra, vomitan lagos de lodo, cubren con ceniza provincias enteras y hacen perecer de una vez á toda la población de un país. Bastante es eso para que los adore todo aquel que se incline ante la fuerza. El volcán devora, luego es Dios.

La humanidad entera se ha ocupado y se está ocupando de la religion; los legisladores la han mirado como el objeto de la mas alta importancia; los sabios la han tomado por materia de sus mas profundas meditaciones; los monumentos, los códigos, los escritos de las épocas que nos han precedido, nos muestran de bulto este hecho, que la experiencia cuida de confirmar; se ha discurrido y disputado inmensamente sobre la religion; las bibliotecas estan atestadas de obras relativas á ella; y hasta en nuestros dias la prensa va dando otras á luz en número muy crecido: cuando pues viene el indiferente y dice: «todo esto no merece la pena de ser examinado; yo juzgo sin oir, estos sabios son todos unos mentecatos, estos legisladores unos necios, la humanidad entera es una miserable ilusa, todos pierden lastimosamente el tiempo en cuestiones que nada importan;» ¿no es digno de que esa humanidad, y esos sabios, y esos legisladores, se levanten contra él, arrojen sobre su frente el borron que él les ha echado, y le digan á su vez: «¿quién eres que así nos insultas, que así desprecias los sentimientos mas íntimos del corazon, y todas las tradiciones de la humanidad? ¿que así declaras frívolo lo que en toda la redondez de la tierra se reputa grave é importante? ¿quién eres ? ¿Has descubierto por ventura el secreto de no morir? miserable monton de polvo, ¿olvidas que bien pronto te dispersará el viento?

Esto es todo lo que acepto de usted, tiíta; dígame, ahora, cuanto se le ocurra: todo lo merezco, hasta que me arrojen a puntapiés a la calle, porque soy muy culpable, más de lo que usted cree, quizá... No , yo quería ser rico, pronto, pronto, y no pasar la vida trabajando, para comer pan negro de viejo, como sucede casi siempre... ¡Luego, mi amor por Susana! yo me decía: Si me hago millonario, ni los Esteven se opondrán, ni en casa me harán la guerra: el rico es libre y el dinero todo lo allana.

Señorita, yo tengo experiencia, y se lo que es el mundo: vaya vm. preguntando á cada pasagero uno por uno la historia de su vida, y mande que me arrojen de cabeza en el mar, si encuentra uno solo que no haya maldecido cien veces la exîstencia, y que no se haya creido el mas desventurado de los mortales. De como Candido tuvo que separarse por fuerza de la hermosa Cunegunda y la vieja.

Si algún día se despierta entre los españoles el mismo ardiente deseo de investigar los orígenes de su literatura que entre los franceses, ingleses y alemanes modernos, se rebuscarán, sin duda, los archivos de las iglesias y monasterios, y se publicarán documentos, que arrojen alguna luz sobre este punto.

«Cuando este puente se acabe dijo Relimpio en tono de mucha autoridad , no servirá sino para que se arrojen de él los desesperados». Isidora miró con desprecio al puente, y repuso: «¡Quia! Eso es muy bajo». Subieron por la calle adelante.

Comienza la refriega, los enemigos se rien de que los marinos de Aníbal les arrojen aquellos vasos en vez de flechas; el barro se hace pedazos, y el daño que causa es muy poco. Pasan algunos momentos, un marino siente una picadura atroz: al grito del lastimado sucede el de otro, todos vuelven la vista y notan con espanto que la nave está llena de víboras.

"El celo de la honra de Dios, y el culto de la sagrada religion que profesamos, es uno de los puntos que V.S. debe fijar la atencion, pues es notorio que los indios rebeldes, sin reparo á lo sagrado de los templos y ministros de Jesu-Cristo, se arrojen intrépidos á la profanacion de ellos, como lo han egecutado en dicho pueblo de Chocalla, degollando dentro de la misma iglesia á D. Francisco Javier Carbonel, y en esta de Tupiza, sacando del sepulcro el cadaver del corregidor, y cortándole la cabeza; y en el de Tatasi prendieron al cura de aquella doctrina, y teniéndolo de rodillas, amenazaron con el cuchillo su garganta, hasta que á fuerza de ruegos y clamores consiguió lo dejasen con vida, habiéndole intimado salga de aquella doctrina á destierro formal, y no administrase el pasto espiritual á sus feligreses.

Y levantando un coro de clamores Los demonios, al son de ronca trompa, Te arrojen donde yacen los traidores, Con infernal y con grotesca pompa! Alzaos del polvo inerte Vencidos, no domados, Cerniendo la melena Como soberbio leon; Alzaos, y ante los bustos De hermanos degollados, Levante un pueblo libre Su alejado pabellon.

Otra razón nos mueve además á traspasar los límites de nuestra propia esfera: en donde falta lazo externo debe servir cada período histórico conocido para la aclaración de los desconocidos, ya que este es el único medio de que las distintas épocas de la civilización arrojen su luz, comparándolas entre , sobre otros lugares y tiempos.