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"Tambien hago saber á Vds., para que no vivan recelosos, equívocos ó confusos, como en esta doctrina de Tatasi ó Chocalla tengo en prisiones, para aplicarles la pena de muerte, á ciertos bandoleros y facinerosos, que fingiendo ser comisionados de nuestro Monarca, Inca, y usurpando varios títulos furtivos, cometieron muchos delitos de alevosia y asesinato, y arrastraron muchos vecinos españoles y mestizos de varios pueblos, como son, Tolapampa, Ubina, este de Chocalla y otros, solamente llevados del perverso fin de robar y de su desordenada codicia.

Uno de ellos, reo de dos muertes, y que en el tumultuoso desórden de la doctrina de Tatasi habia tomado y maltratado á su cura dentro de la iglesia, con fuertes golpes, y por varias veces le habia puesto el cuchillo á la garganta para degollarle, amaneció muerto el dia que se habia de verificar en su persona el último suplicio, de lo que inmediatamente se dió parte al Comandante, quien la tarde antes le habia tomado la declaracion, sin notarle indisposicion alguna: y creyendo que aquel accidente le nacia de algun efecto de desesperacion ó de descuido, mandó se le reconociese; lo que egecutado, le hallaron el brazo y mano con que habia cometido el sacrilegio, enteramente descarnado el hueso, como si fuese de un esqueleto de muchos años, y la manga de la chupa llena de gusanos: de todo lo que enterado Reseguin, dispuso se colgase en la horca, y que el cura explicase al numeroso concurso que estaba presente, el orígen y las causas de aquel portento.

Diariamente se presentaban viudas desamparadas y huérfanos afligidos, que abandonando sus haciendas, comodidades y domicilio, se reunian en Tupiza, para esponer al Comandante sus padecimientos, con la pérdida de sus padres, maridos y bienes, que les habia quitado el rigor de los tiranos agresores; quienes egercitaron su barbarie, con mas exceso que en otras partes, en los minerales de Tomabe, Ubina, Tatasi, Portugalete y la Gran Chocalla, ultrajando á los sacerdotes, profanando los templos, y cometiendo las mas sacrílegas muertes en ellos, con cuantiosos robos, despedazando los ingenios, y destruyendo las labores de las minas.

"Pero, aunque á la comprension de V.S. nada de esto se encubre, hallándonos noticiosos de la próxima marcha que resuelve egecutar á la ciudad de la Plata, dejando esta provincia, que es el antemural y precisa entrada del Perú, abandonada y espuesta á la discrecion del enemigo, que situado en los pueblos minerales de Ubina, Chocalla, Tatasi, Esmoraca, Santa Catalina, la Rinconada, Lipes y Atacama, despues de haber dado muerte á los jueces y principales vecinos de dichos pueblos, se mantienen vigilantes, esperando se retire V.S. con la tropa de su mando, para entrar á fuego y sangre en esta villa y resto de la provincia, haciéndonos víctimas de su rigor; se nos hace preciso, como buenos servidores y fieles vasallos del Rey Nuestro Señor, representar á V.S., que es muy de su obligacion el amparar con las armas del Soberano esta provincia, pues de lo contrario, las reales rentas de tabacos, alcabalas y correos, se miraban abandonadas, sus administradores espuestos á perder la vida, ó ponerse en fuga, como igualmente todos los leales, que hallándonos sin la menor defensa, por faltarnos las armas y pertrechos necesarios, para juntar ejército y ponernos en campaña, nos será preciso abandonar nuestros domicilios y preciosos bienes, por conservar la vida, sin embargo de que el celo de la honra de Dios, y defensa de los dominios de S.M., nos precisa á mantenernos firmes conteniendo las irrupciones de los rebeldes, hasta perder la última gota de sangre.

"El celo de la honra de Dios, y el culto de la sagrada religion que profesamos, es uno de los puntos que V.S. debe fijar la atencion, pues es notorio que los indios rebeldes, sin reparo á lo sagrado de los templos y ministros de Jesu-Cristo, se arrojen intrépidos á la profanacion de ellos, como lo han egecutado en dicho pueblo de Chocalla, degollando dentro de la misma iglesia á D. Francisco Javier Carbonel, y en esta de Tupiza, sacando del sepulcro el cadaver del corregidor, y cortándole la cabeza; y en el de Tatasi prendieron al cura de aquella doctrina, y teniéndolo de rodillas, amenazaron con el cuchillo su garganta, hasta que á fuerza de ruegos y clamores consiguió lo dejasen con vida, habiéndole intimado salga de aquella doctrina á destierro formal, y no administrase el pasto espiritual á sus feligreses.