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Existe en el fondo de nuestra alma una luz divina que nos conduce con admirable acierto, si no nos obstinamos en apagarla; su resplandor nos guia, y en llegando al límite de la ciencia nos le muestra, haciéndonos leer con claros caractéres la palabra basta.

Su antigua modestia, que más tenía de necesidad que de virtud, fue sometida a una prueba de la que no salió victoriosa. En otro tiempo, la prudencia de Thiers pudo poner un freno a los apetitos de lujo, haciéndonos creer a todos que no existían, cuando lo único positivo en esto era la imposibilidad de satisfacerlos.

Se les conoció muy pronto que no les agradaba la insistencia con que los mirábamos Neluco y yo; y fuera por esto o porque ya nada tenían que hacer allí, apuraron el contenido de los correspondientes vasos, y se largaron haciéndonos un ligero ademán de saludo, pero sin decir palabra.

Cuando paró el tren, nuestra víctima se apresuró a salir sin despedirse, dio un gran golpe a la portezuela y no volvimos a verle más. Conozco a la hermana San Sulpicio. El ómnibus saltaba por encima de las piedras sacudiéndonos en todos sentidos, haciéndonos a veces tocar con la cabeza en el techo; yo llegué a besar, en más de una ocasión, con las narices el rostro mofletudo de D. Nemesio.

Aquello fué tan popular como la procesión de ánimas de San Agustín, el encapuchado de San Francisco, la monja sin cabeza, el coche de Zavala, el alma de Gasparito, la mano peluda de no qué calle, el perro negro de la plazuela de San Pedro, la viudita del cementerio de la Concepción, los duendes de Santa Catalina y demás paparruchas que nos contaban las abuelas, haciéndonos tiritar de miedo y rebujarnos en la cama.

Y estas variaciones de juicio sucederán aun suponiendo al amigo culpable en realidad, aun olvidando el ser muy fácil que nuestra pasion ó interes nos hayan cegado lastimosamente, haciendo que no atendiésemos á los gravísimos y justos motivos que le habrán impulsado á obrar de la manera que nosotros reprendemos, haciéndonos prescindir de antecedentes que conocíamos muy bien, de la conducta que nosotros hemos observado, y en fin trastornando de tal manera nuestro juicio que un proceder muy justo y razonable nos haya parecido el colmo de la injusticia, de la perfidia, de la ingratitud. ¡Cuántas veces nos bastaria para rectificar nuestro juicio, el mirar la cosa con ánimo sosegado, como negocio que no nos interesara!

En lugar de esto, parece que mi alma participa de las debilidades de mi cuerpo, porque encuentro que me faltan o se debilitan en aquellos sentimientos vivos que penetran el alma y la elevan al cielo, haciéndonos felices en todas las situaciones de la vida; me siento fría, e insensiblemente arrastrándome sobre la tierra. ¡Oh! no es esta la vejez que se necesita para preparar el alma.

Los hombres se creen libres porque pueden moverse de un lado al otro del planeta, porque su organismo va montado sobre dos columnas ágiles y articuladas que le permiten saltar sobre el suelo con el mecanismo del paso... ¡Error! ¡Una ilusión más de las muchas que alegran mentirosamente nuestra vida, haciéndonos llevaderas su miseria y su pequeñez!

Durante aquel intervalo de mudo terror, que desde la escena donde tal drama pasaba se comunicó a nosotros, haciéndonos temblar como quien aguarda un terremoto, se sintieron los tenues chasquidos de un papel que se desdobla, y luego una exclamación de sorpresa, asombro o no si de fiereza inaudita, que salió del tempestuoso seno de doña María.

Los judíos, para saciar su rabia, deciden sacrificarlo, como á Cristo, con iguales martirios, y el último acto nos representa la serie de dolores que sufre el mísero niño; lo azotan, lo coronan de espinas y lo crucifican, sin abandonarlo en sus tormentos la paciencia y la resignación celestial; al fin asciende al cielo su alma, escoltada por ángeles, mientras los judíos celebran orgías y entonan cánticos alegres, formando el conjunto cuadros sorprendentes por la profunda emoción que excitan en nuestra alma, haciéndonos dudar si hemos de admirarlos por sus bellezas poéticas sublimes, ó censurarlos por su singularidad y extravagancia.