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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Mientras tanto Reynoso y Elena, Escudero, doña Eugenia y Araceli, todos los parientes en suma del afortunado autor recibían alegrísimos las enhorabuenas de los amigos y conocidos. Elena había tenido en el entreacto la visita de algunos, entre ellos de Gustavo Núñez, quien sólo permaneció a su lado algunos instantes grave y ceremonioso.

La mía no me acusa de haber cometido en ningún tiempo bellaquerías como la de anoche. ¿Cuál? Ya lo sabe usted. Acabamos de oír a la señora de Rumblar añadió la estantigua enfureciéndose gradualmente . Digo y repito que es una gran bellaquería. Eso va con usted, Araceli. No, con usted, con usted, lord Gray.

Araceli añadió respirando con fuerza , esta noche no estoy para bromas. ¿Crees que soy Currito Báez? Lord Gray repuse tampoco yo estoy para bromas. Todavía dijo con amargo desdén no he gustado el placer de matar a un deshacedor de agravios propios y amparador de doncellas ajenas. Maldito sea yo, si no es noble y nuevo lo que inflama mi espíritu en este instante.

Vamos, estoy tranquilo dijo lord Gray . Veo que me imputan las hazañas de este pícaro Araceli, dejando en el olvido las mías propias. Desvaneceré el engaño, aunque en realidad, yo acepto todas las glorias de esta clase que me quieran adjudicar... La señora condesa estará ya contenta. Amaranta no contestó. Disimule usted dijo D. Pedro . Eche usted sobre el prójimo sus abominables culpas.

¡Araceli! exclamó con súbita furia ¿quieres que te mate? Deseo acabar con alguien. Estoy dispuesto a darle a usted ese gusto. ¿Cuándo? Ahora mismo. ¡Ah! dijo riendo a carcajadas . Tiene la preferencia el Sr. D. Quijote de la Mancha. España, me despido de ti luchando con tu héroe. No importa. Después de las burlas pueden venir las veras.

Araceli no había podido lograr de sus padres que comiesen en mesa aparte según las pragmáticas de la buena sociedad. La distinguida joven estaba de humor jovial aquella mañana. Pues señor, misa cerca del altar de la Virgen del Carmen, y al salir de la iglesia siento que me tocan en el hombro. ¿Quién me toca? me pregunto.

¿Una segunda broma? preguntó Figueroa, que era uno de los padrinos, sobre el terreno nombrados. Acabemos de una vez dijo lord Gray con impaciencia . Tengo que arreglar mi viaje. Dense explicaciones dijo el otro y se evitará un lance desagradable. Araceli es quien tiene que darlas, no yo afirmó el inglés. A lord Gray corresponde hablar, sincerándose de su vil conducta.

El Barón se limitó a tomar la sutil cadenita de oro y la medalla de la Virgen de Araceli, patrona de la ciudad de Lucena, que en su imaginación creadora le había pertenecido cincuenta años antes, cuando la hermosa Rafaela fue concebida.

Yo saldré a la calle... Yo buscaré por todo el edificio; yo volveré patas arriba Cortes y procuradores, y han de parecer, aunque se hayan metido dentro de la campanilla del presidente o en la urna donde se vota. ¡Qué aprieto, qué compromiso, qué situación! Y el pobre viejo se echó a llorar como un chiquillo. Subamos, Sr. de Araceli dijo resueltamente Presentación que tengo mucho deseo de ver eso.

Sin embargo, Tristán sacó disimuladamente del bolsillo un billete y haciendo seña a la doncella, se lo dio por debajo de la mesa. Araceli seguía de humor placentero. La poética aventura con la vizcondesa había exaltado sus sentimientos de grandeza. Mecida con deleite sobre las nubes irisadas del cielo aristocrático, no daba paz a la lengua.

Palabra del Dia

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