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No puede negarse que el medio ambiente, tan traído y tan llevado ahora por la gente de mi oficio, influye mucho en la condición moral y hasta en el desarrollo físico de los caracteres y de las naturalezas; pero no es menos cierto que las hay de tal fibra, que, con ambiente y sin ambiente, echan impávidas por la calle de en medio, y por ella siguen sin torcerse ni extraviarse, aunque las ladren canes y las tiren vestiglos de la ropa.

La idea de que la fama de aquel autor redunda en honor de la patria o de la humanidad toda, contribuye a que, contenidos por cierto egoísmo, sean pocos los hombres que tiren a destruirla. Por lo demás, la gloria de los grandes escritores suele ser póstuma y sumamente vana.

Desde el negocio de Teresa estás deshonrado dijo Alcántara. Siempre va la desgracia con la hermosura apuntó con tonillo irónico Ramoncito. ¿También , Ramón? exclamó con afectado asombro Cobo . Vamos, llegó el momento de que los pájaros tiren a las escopetas. Pues, señores, confieso mi debilidad. No puedo estar al lado de esa chica sin ponerme malo dijo León Guzmán.

¡Señor, que ya se le ve! dijo de allí a un rato el edecán. Cierto, ¡ya se le ve! ¿Y qué hacemos, mi general? añadió el edecán. Mire usted contestó el general, como hombre resuelto, mande usted que le tiren un cañonazo, veremos cómo lo toma. ¿Un cañonazo, mi general? dijo el edecán. Están muy lejos aún. No importa, un cañonazo he dicho repuso el general.

El mundo entero puede burlarse de los desgraciados sabinos; ¡ellos no dejarán de respetar la ley! ¡Señores sabinos, en marcha! ¡Volvamos a nuestra casa! Llorad, derramad lágrimas, sin avergonzaros. Aunque se mofen de vosotros, aunque os tiren piedras, ¡llorad!

Pero, señor contestó el edecán despechado, un cañonazo no alcanza. ¿No alcanza? interrumpió furioso el general con tono de hombre que desata la dificultad, ¿no alcanza un cañonazo? No, señor, no alcanza dijo con firmeza el edecán. Pues bien concluyó su excelencia, que tiren dos. Eso decimos por acá. Darle un actor malo al público a ver cómo lo toma. ¿No alcanza, no gusta? darle dos.

Creyó que estaba muerta o que le faltaba poco para morirse; mandó a Encarnación en busca de Segunda y de José Izquierdo, y cogiendo la cesta en que Juan Evaristo dormía, la puso en la sala. «No me determino a llevármelo pensó el buen viejo . Pero al mismo tiempo, si esos brutos se empeñan en impedirme que me lo lleve... ¡Ah!, no; yo cargo con él, y que tiren por donde quieran». Cogió la cesta, y bajándola a su casa con toda la rapidez que le permitían sus piernas no muy fuertes, azorado como ladrón o contrabandista, volvió a subir y se aproximó a la enferma, mirándola tan de cerca, que casi se tocaban cara con cara. «Fortunata... Pitusa» murmuró echando talmente la voz en el oído de la joven.

No anda, se traslada; y no gesticula, no mira, no tose, no ríe, no vuelve la cabeza, aunque detrás de ella tiren cañonazos. ¡Por nada del mundo comería delante de gente!..... Esto último, sobre todo, le parece consecuencia precisa de su buena crianza y de su recato inexpugnable. ¡Y las hay realísimas mozas, y que se componen que da gusto!..... Pero es ver una imagen vestida.

Mi hermana, que, entre paréntesis, se zampó esta tarde media gallina, lo que quiere es un landó de cinco luces... ¡Atiza! Yo he aconsejado a Obdulia indicó Frasquito con gravedad , que no tenga cocheras, que se entienda con un alquilador. Claro... Pero no dará pa tanto el cortijo de pateta. ¡Landó de cinco luces! Y que tiren de él las burras de leche del señó Jacinto».

Un minuto después los dos niños estaban instalados en las rodillas de Juan y lo abrumaban a preguntas. ¿Sois oficial? , soy oficial. ¿De qué? De artillería. ¿Los artilleros, son los que manejan el cañón? ¡Oh, cómo me gustaría oír tirar un cañonazo y estar muy cerca de allí! ¿Nos llevaréis un día cuando tiren cañonazos, no es verdad?