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Y no sólo era pasmosa la extensión de su superficie, sino que también lo era su profundidad insondable. En aquella soledad imponente, sublime terror pesaba sobre los espíritus durante la noche; pero rayada la aurora, todo se bañaba en luz y en vivos colores, y el sol rutilante y glorioso doraba el aire y esmaltaba de púrpura y de líquida plata las ondas azules.

De inmenso amor arrobadores cuentos nos relataba el río: aún palpitaban del ardiente estío en las fugaces auras los alientos. Con cántiga amorosa, daba su adiós al espirante día la alondra melodiosa: bajo inmenso dosel color de rosa Héspero, rutilante, sonreía.

El peñón abrupto es arena rutilante. El nido es colmena. La altura es extensión. La cima ha sido cubierta por la arboleda en marcha: no se ven más que árboles. La roca altísima ha sido invadida por el mar: no se ven más que olas. Hoy es plaza lo que ayer fue torre, lago lo que fue atalaya, cielo inconmensurable lo que fue astro esplendoroso.

Lo vio Fernando asomar la cabeza por la puerta de una escalera tímidamente. Después de largos titubeos avanzó al fin con cierto encogimiento. Vestía un traje blanco, rutilante, majestuoso, sobre el cual parecía destacarse con mayor relieve la fealdad grandiosa de su cara, a la que encontraban algunos cierta semejanza con la de Beethoven viejo.

La pólvora y la sangre siempre humea, De sol á sol su ejército aun pelea, Y uno á uno sus hijos caer; Pero ella mas heróica y mas constante Los envuelve en su manto rutilante Y les ciñe coronas de laurel.

Una cascada de sol, traspasando los vidrios, entraba de sesgo en la estancia. El don rutilante y divino chispeaba en los objetos de plata, en el nácar y el metal de las incrustaciones, en el galón de las colgaduras, cayendo sobre el tapiz como una lluvia de oro de la mitología. Afuera, el resplandor matinal iluminaba las cornisas más altas; y el cielo, sin una nube, iba disipando su niebla.

De noche, sobre el negro cielo, surgen las más hermosas especies de una flora rutilante, tallos de fuego que se elevan rápidamente, y alla arriba echan de improviso cantidad de flores, de luz, que duran un momento y se deshojan cayendo en chispas: son los cohetes.

Fué tal vez una ilusión; mas parecióme que una campana de boca tan ancha como el cielo, repicaba en la obscuridad, a través del Universo, con un són temeroso que ciertamente iría a despertar soles que dormían y planetas panzudos. El extraño individuo llevó un dedo al párpado, y limpiando una lágrima que nublaba su ojo rutilante, exclamó: ¡Pobre Ti-Chin-Fú! ¿Murió?

Jóvenes, de la patria la riqueza, El porvenir está en vuestra cabeza, Bella es vuestra mision: Es coronar el noble monumento, Que simboliza el grande pensamiento Que inauguró la tierra de Colon. Sombras de las falanges militares Que alzaron los escudos tutelares Al pié del patrio altar; Dejad caer el casco rutilante Dejad caer el hierro fulminante Y vuestra obra venid á contemplar.

Alza tu vista al cielo Y admira ese diamante, Que brilla rutilante Sobre tu blanca sien: Amiga, esa es la estrella Que unida á mi destino, Siempre alumbró el camino Que me condujo al bien. Ella es la precursora De las felicidades, Que en mústias soledades Me viene á consolar; La que al venir yo al mundo Lució en el firmamento, Cual si el divino aliento La hiciera allí brotar.