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En un día semejante, como sucedió después durante la mayor parte de dos siglos, los puritanos se entregaban á todo el regocijo y alborozo público que consideraban permisibles á la fragilidad humana; disipando solo en el espacio de un día de fiesta, aquella nube sombría en que siempre estaban envueltos, pero de manera tal, que apenas si aparecían menos graves que otras comunidades en tiempo de duelo general.

Respiraba con verdadera delicia el penetrante perfume que despedían los cerezos en flor y poco a poco su mal humor y su melancolía de la noche antes se fueron disipando... Por la mañana, en la hora del desayuno pudo comprobar que la señora Miguelina procuraba prudentemente substraerse a sus miradas cada vez que entraba en la cocina.

Teniendo cierto parentesco con ellas el mar, complácese en realzarlas, dando fuerza á su debilidad, disipando sus penas del espíritu, rehaciéndolas y devolviéndolas su belleza, y, jóvenes, prestándoles su eterna frescura.

Salió de Villa-Sirena. El camino era largo y quería hacerlo á pie. Este ejercicio robustecería su voluntad, disipando las dudas que le asaltaban de nuevo. Pensó en el gesto íntimo realizado tantas veces en otra época, como algo ordinario y maquinal. Su caviloso aislamiento en los últimos meses parecía haberle entumecido.

No hay nada en este mundo sublunar que proporcione más ventajas que el tener dinero. Los pocos inconvenientes que trae, o son fantásticos, o son comunes a toda vida humana, o se van allanando o disipando con la cultura. Era antes el principal, como ya he dicho, el peligro de muerte en que se hallaba de continuo el acaudalado, como no ocultase mucho sus riquezas.

Por estraordinaria ó por mas ligera ó pronunciada que sea esta coloracion azul de las orinas, la hemos visto dos veces, y siempre en niños de seis á once años, y dos veces la ha corregido la digital, disipando al mismo tiempo las alteraciones hepáticas ó abdominales con fiebre.

Ya que hubimos concluido guardó aun algunos momentos de silencio: parecia que mil ideas contrapuestas luchaban en su frente y que no sabia por dónde empezar á desarrollarlas. «He visto tambien, dijo al fin, bajar el metal fundido en torrentes de viva lumbre; he visto inmensas máquinas de hierro moviéndose á la accion del vapor como á impulsos de una voluntad secreta y misteriosa; he contemplado de noche esas fantásticas locomotoras que atraviesan el espacio con la rapidez del rayo; he visto con asombro la electricidad disipando las tinieblas y trasmitiendo á largas distancias nuestros pensamientos; he visto la naturaleza reproduciéndose á misma en el oscuro fondo de una cámara; he seguido con los ojos al audaz viajero que se atreve á rasgar en un fragil globo el seno de las nubes; he sido espectador de todas las maravillas del siglo.

Jaime Febrer!... Catalina le había visto siempre de lejos; pero cuando entretenía su aburrida soledad con una lectura incesante de novelas, ciertos personajes, los más interesantes por sus aventuras y sus audacias, le hacían pensar siempre en aquel noble del barrio de la Catedral que andaba por el mundo con mujeres elegantes disipando su fortuna. ¡Y de pronto su padre le hablaba de este personaje extraordinario, dando por seguro que iba a ofrecerle su nombre, y con él la gloria de sus ascendientes, que habían sido amigos de reyes!... No sabía ella si era amor o gratitud, pero un sentimiento de ternura que empañaba sus ojos la impelía hacia aquel hombre. ¡Ay, cómo iba a quererlo!

Cuando por las instancias del criado conseguía levantarse, todavía le duraba largo rato esta languidez: apenas podía tenerse en pie; bostezaba a menudo y daría cualquier cosa por tornar nuevamente a la cama. Poco a poco se fueron disipando los colores de sus mejillas, por más que el organismo no parecía resentirse.

Lo verdaderamente triste es que el pueblo no le considera ya como un cazador feroz envejecido en la lucha con los osos de las montañas. Aquella leyenda se ha ido disipando poco a poco. Sus compatriotas tenían razón. Manín no era más que un zampatortas. En Lancia se ríen también de sus proezas y le miran como un viejo bufón del loco y heráldico señor de Quiñones.