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Alza tu vista al cielo Y admira ese diamante, Que brilla rutilante Sobre tu blanca sien: Amiga, esa es la estrella Que unida á mi destino, Siempre alumbró el camino Que me condujo al bien. Ella es la precursora De las felicidades, Que en mústias soledades Me viene á consolar; La que al venir yo al mundo Lució en el firmamento, Cual si el divino aliento La hiciera allí brotar.

El cielo se oscureció más en el momento de expresarse así Nucha; un relámpago alumbró súbitamente las profundidades de las arcadas del claustro y el rostro de la señorita, que adquirió a la luz verdosa el aspecto trágico de una faz de imagen. ¡Santa Bárbara bendita! articuló piadosamente el capellán, estremeciéndose . Volvámonos arriba, señorita.... Está tronando.

¡Oh! aplastado; ¡figúreselo usted libre de un monstruo y con setenta millones de pesos! ¡Setenta millones! exclamó Blanca, bonito dote, mamá ¿eh? Fernanda hizo un signo de aprobación y su fisonomía se alumbró como si concibiese una vaga esperanza. Pero don Ramón ha sido feliz con su tía... un viejo pisaverde, alegre, muy sirvientero... ¿no es verdad? preguntó riendo.

Si pido, nadie me dará... A no ser que Dios me mande una sorpresa.... Mujer, rica no soy; pero un par de duros aún no me hacen falta para comer mañana dijo espontáneamente Amparo. La pálida sonrisa de la encajerita alumbró su rostro. Se estima la voluntá... Necesito una atrocidá de dinero para el caso, y ya que juntar, no lo he de juntar nunca.... En fin, paciencia nos Dios.

Nace despues en un cielo muy claro, muy limpio, muy sereno, muy apacible; nace, repito, el sol venturoso que alumbra un establo de la humilde Belém; nace el astro puro que vivificó todo el ambiente y toda la tierra; nace el astro que alumbró la venida de Jesus, y el hombre, sin conocerlo ni sentirlo, va penetrando en su raciocinio, en su conciencia, en su voluntad, en su imaginacion, en su sentimiento, en su creencia, en su trabajo; sin comprenderlo, sin adivinarlo, sin presumirlo, por virtud de un espíritu que está en la mente de la Providencia, como está el aire en los espacios de la atmósfera, el hombre comenzó á penetrar en todo él, á comunicarse con él mismo en todas sus fuerzas y relaciones; comenzó á conocerse, á conocer al hombre, á conocer la naturaleza, á conocer á Dios.

Aquella noche, de nuevo el resplandor de mis ventanas alumbró el Loreto, y por el portón abierto viéronse, como en otro tiempo, negrear con sus calzones de seda, las largas filas de lacayos decorativos. Luego, Lisboa, sin excepción, se arrojó a mis pies. La viuda de Marques me llamó llorando: «hijo de mi corazón

Francisco, su sirviente, se había acercado varias veces, de puntillas, sin valor para llamarle. Julio al fin se levantó, echó sobre Francisco una mirada vaga y entrando al escritorio lo alumbró. Vio el marco vacío y comprendió que Muñoz había robado el retrato. No atribuyó a esto mayor importancia.

No le conviene á usted tomar ahora caldo ni cosa ninguna. A casa. Y poniéndole la mano en la frente, continuó: Tiene usted mucha fiebre: á casa pronto. La comitiva salió. El clérigo cogió el velón en sus robustas manos, y alumbró la escalera.

Eufemia, que por lo visto tenía orden también de no admirarse de nada, los alumbró hasta el portal, donde no había farol, y los vio salir de casa, Emma del brazo de Bonis, D. Juan detrás, como si todas las noches sucediera lo mismo.

Con aquel rútilo gozo de la noche alumbró la muchacha la memoria de los serenos días que disfrutó en aquella noble casa, hasta la infausta hora de la muerte del hidalgo. Siempre que el recuerdo de aquella muerte le acudía, sentía en torno suyo el sordo rumor de unas alas hostiles y el graznido agorero de un ave siniestra.