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¿Con quién dice usted que me caso? preguntó prontamente. ¿Cómo? dijo sonriendo Jacinto. ¿Querría usted negarlo?... Si aquí los diarios ya dieron la noticia, y se le esperaba a usted... Rabiando de impaciencia: ¿Me dirá usted quién es esa Coca? vociferó el capitán.

Cuando llega el Corpus o la fiesta de la Virgen del Sagrario, yo sueño siempre con una gran misa digna de la catedral, pero el Obrero me ataja pidiéndome algo italiano y sencillo: asunto de media docena de instrumentistas buscados en la misma ciudad; y tengo que dirigir a unos cuantos chapuceros, rabiando al oír cómo suena la orquesta ratonil bajo esas bóvedas que se construyeron para algo más grande.

Mira, mujer, para que los jóvenes adquieran energía contra el vicio, es preciso que lo conozcan, que lo caten, , hija, que lo caten. No hay peor situación para un hombre que pasarse la mitad de la vida rabiando por probarlo y no pudiendo conseguirlo, ya por timidez, ya por esclavitud.

¿Pero me tienes por bobo?... ¡Ay! Nelilla, estoy rabiando. Yo no puedo vivir así, yo me muero en las minas. ¡Córcholis! Paso las noches llorando, y me muerdo las manos, y... no te asustes, Nela, ni me creas malo por lo que voy a decirte: a ti sola te lo digo. ¿Qué? Que no quiero a mi madre ni a mi padre como los debiera querer. Ea, pues si haces eso, no te vuelvo a dar un real.

Jacinta notaba en los ojos de este algo de intención picaresca. De buena gana se escondería detrás de una cortina para estafarles sus secretos a aquel par de tunantes. Desgraciadamente tenía que ir al comedor a cumplir ciertas órdenes que Barbarita le había dado... Pero daría una vueltecita, y trataría de pescar algo... «Cuenta, chico, cuenta. Estábamos rabiando por verte».

Añaden que la duquesa de Gandía se fué á su casa mala, porque el rey pasó la noche en el cuarto de la reina. ¡Que pasó el rey la noche en el cuarto de la reina! dijo con la voz ligeramente afectada el padre Aliaga . No me ha dicho nada su majestad. Pues preguntádselo al duque de Lerma, que dicen pasó la noche rabiando en el despacho del rey dijo alegremente Alonso del Camino.

Sus pocos momentos de buen humor relativo los gastaba Emma en cultivar los resabios de sus pretéritas coqueterías; todavía pretendía parecer bien a los parientes a quienes un día desdeñara; un poco de romanticismo puramente fantástico, alambicado, enfermizo, era lo único que, en presencia de los Valcárcel, y sólo entonces, revelaba la existencia de un espíritu dentro de aquella flaca criatura pálida y arrugada: lo demás del tiempo, casi todo el día, parecía un animal rabiando, con el instinto de ir a morder siempre en el mismo sitio, en el ánimo apocado y calmoso del suave cónyuge.

Dos palabritas na más. me quieres y yo te quiero. ¿Pa qué pasarnos el resto de la vida rabiando, como unos infelices?... Hasta hace poco, era tan bruto que al verte me hubieran dao tentaciones de matarte. Pero he hablado con don Fernando y me ha convencío con su sabiduría. Esto se acabó. Y lo afirmaba con un gesto de energía.

Clementina, después de haber pasado una parte de la noche rabiando y llorando, acabó por calmarse y se levantó con el propósito decidido de ceder en todos los puntos para no alejar á Fortunato, sin perjuicio de reconquistar, una vez realizado el matrimonio, todas las posiciones abandonadas.

Los hijos de su primer matrimonio vivían en Madrid, trabajando unas veces en el adoquinado y rabiando otras de hambre. Apenas si los veía. La familia... con tomate, señores míos. Tanto tienes, tanto vales; cada uno a lo suyo. Los chicos, cuando me ven, me hablan de que les traspase la parroquia. El ama de mi casa también quiere lo mismo... ¡Magras! El negocio, siempre a mi nombre.