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Al encontrarse se estrecharon la mano. «¿Has estado en Valldemosa?...» Toni sabía ya su viaje, gracias a la facilidad con que circulan las más insignificantes noticias en el ambiente monótono y calmoso de una ciudad provinciana ávida de curiosidades. Algo más cuentan dijo Toni en su mallorquín de campesino , algo que me parece mentira. ¿Dicen que te casas con la atlota de don Benito Valls?

Su donaire burdo y soez hería a veces en lo vivo de las ridiculeces humanas: tenía un temperamento observador cargado de malicia: bajo su exterior calmoso y frío se adivinaba un espíritu sagaz y travieso que había carecido de medios para desenvolverse. A Andrés no le era nada simpático; pero tenía sus razones para sufrirle y aun para bailarle el agua.

Sus pocos momentos de buen humor relativo los gastaba Emma en cultivar los resabios de sus pretéritas coqueterías; todavía pretendía parecer bien a los parientes a quienes un día desdeñara; un poco de romanticismo puramente fantástico, alambicado, enfermizo, era lo único que, en presencia de los Valcárcel, y sólo entonces, revelaba la existencia de un espíritu dentro de aquella flaca criatura pálida y arrugada: lo demás del tiempo, casi todo el día, parecía un animal rabiando, con el instinto de ir a morder siempre en el mismo sitio, en el ánimo apocado y calmoso del suave cónyuge.

La quiere, la adora con frenesí decía Elisa en el fondo del alma . ¿Qué habrá hecho ese demonio para cautivar aquellos libres pensamientos, para turbar aquella mente despejada y serena, para mover una tempestad de pasiones en aquel espíritu tan calmoso?

Azorín, alto, inquieto, nervioso, vestido de negro, con un bastón que lleva diagonal, cogido cerca del puño a modo de tizona; Sarrió, bajo, gordo, pacífico, calmoso, con su chaleco abierto y su gran hongo de copa puntiaguda. Yo no si en Alicante habrán reparado en estas dos figuras magnas; acaso no. Los grandes hombres suelen pasar inadvertidos.

Jaime, muchacho gordinflón y bullicioso, se encariñó en seguida con este camarada calmoso y fuerte que se sometía a sus caprichos. Su «amigo Juan» se le hizo indispensable. No tardó el niño pobre y reflexivo en tener una ligera influencia saludable sobre el niño rico. En cuanto a María Teresa, demasiado pequeña para ser otra cosa que un despótico baby, era gran favorita de Juan.