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Sois como delegados del Sumo Repartidor de bienes, para que de lo vuestro deis una parte a los que nada tienen. »Que no se conozca nunca que has sido pobre, pues si descubres por entre tus sedas el paño burdo de tus primeros años, habrá tontos que se rían de ti. Instrúyete bien en las cosas que no has podido aprender en la pobreza. eres lista y harás grandes progresos.

Para no incurrir en semejante pecado, cierro el registro con un punto final..., más no sin dejar consignada antes, y como un acto de justicia, la siguiente declaración: Los marinos de Santander, al vestirse la levita de hoy, no se han dejado la abnegación, la pericia, ni el heroísmo, en el burdo chaquetón de ayer.

En cambio, el Chiquito deteníase algunas veces, lanzaba en torno una mirada satisfecha, se escupía en las manos, y agarrando de nuevo el perforador continuaba el trabajo. Su burdo contendiente aún no se había detenido una sola vez: golpeaba la piedra, con la cabeza baja, mostrando la pasividad resignada del buey que abre un surco sin fin.

Sólo de vez en cuando tropezaban con algún marinero cubierto de burdo capote impermeable que, con los enseres de pescar en la mano y haciendo gran ruido con sus enormes botas de agua, se dirigía a paso largo hacia el muelle. ¿Va usted bien abrigada, señorita? ¡Mire usted que hace un frío!... Parece que estamos ya en enero.

El anciano cura vestía unos calzones anchos de pana, remendados, como los que gastan los paisanos por aquella tierra; traía en los pies almadreñas con escarpines de paño burdo, chaqueta lustrosa por el uso, y camisa de lienzo hilado por el ama, sin alzacuello ni cosa que lo valga. Era el traje de un labrador, sin quitar ni poner nada.

Su donaire burdo y soez hería a veces en lo vivo de las ridiculeces humanas: tenía un temperamento observador cargado de malicia: bajo su exterior calmoso y frío se adivinaba un espíritu sagaz y travieso que había carecido de medios para desenvolverse. A Andrés no le era nada simpático; pero tenía sus razones para sufrirle y aun para bailarle el agua.

En este día de fiesta, como en todas las demás ocasiones durante los siete últimos años, llevaba Ester un traje de paño burdo de color gris, que no tanto por su color como por cierta peculiaridad indescriptible de su corte, daba por resultado relegar su persona á la obscuridad, como si la hiciera desaparecer á las miradas de todos, mientras la letra escarlata, por el contrario, la hacía surgir de esta especie de crepúsculo ó penumbra, presentándola al mundo bajo el aspecto moral de su propio brillo.

Robustos, cargados de espalda, con la cabeza inclinada como signo de perpetua esclavitud y miseria, vélaseles pasar lentamente con su traje de paño burdo, estrecho pañizuelo arrollado a las sienes, y entre éste y el abierto cuello de la camisa el rostro rojizo, agrietado y lustroso, con espesas cejas y ojillos de inocente malicia.

Currita estaba admirada... Mentira parecía que aquellas buenas gentes, tan grandes señores, por otra parte, tan famosos en la historia muchos de ellos, se repartiesen entre , como joyas preciosas, el burdo sayal de un pobre fraile. ¡Lo que varían los tiempos!... La buena de doña Catalina se había gastado un dineral en fabricar una joya para su pedacito de cogulla, sin sospechar siquiera que había de ahorrarle a ella el gastarlo en...

EUMORFO. ¿Quién es más dueño del mundo, la emperatriz Pulqueria que le gobierna, o que le comprendes? PROCLO. Yo, que le comprendo. Aunque Pulqueria poseyese, no ya sólo este planeta que habitamos, sino todos los demás planetas, y los astros, y los cielos, no poseería más que un burdo remedo del Universo, tal como el Demiurgo le contempla en el Paradigma, antes de sacar la copia o el traslado.