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En la calle de Lepelletier vive un ruso, el cual tira todos los dias á la calle media talega de napoleones.

Desde entonces está situada, en donde ahora la admiran los viajeros de todo el globo. ¡Quién habia de decir á los buenos frailes de Sevilla, que aquella ASUNCION que no hacia á su convento, habia de ser vendida al Museo del Louvre en ciento sesenta talegas de napoleones, y que debia presidir la gran sala de aquel suntuoso Museo, entre pinturas de Poussin, de Rubens, del Ticiano y de Urbino!

Sabiendo manejarse, se puede vivir como se quiera. Yo gastaba de cuatro a cinco napoleones diarios, y nada se me quedó por ver. Pronto aprendí las correspondencias de los ómnibus, y a los sitios más distantes iba por unos cuantos sus. Hay restauranes económicos, donde le sirven a usted por poco dinero buenos platos.

Pues bien; hágalo usted por , usted al criado la mitad de lo que ha pedido.... ¿Qué menos ha de dar usted que medio franco por arreglar la habitacion? En fin, entró la parte mágica, y la funcion me costó seis napoleones cumplidos. ¿Con qué objeto exponerse á escalar puertas ó balcones, cuando hay el arte necesario para hacerlo mágicamente?

Teniendo en cuenta lo que he de gastar en carruaje, gratificacion en la visita de sitios públicos y reservados, casa, comida, teatros, cafés cantantes, amen de las frecuentes eventualidades y galanterías de Paris, comienzo á sospechar que durante los tres primeros meses, me bastarán apenas ocho napoleones diarios. ¡Ay de !

Aún respiran los viejos corazones que arrullaron al mundo en sus ternezas, y ante quienes bajaron las cabezas el orgullo de cien Napoleones; Aquella intrepidez en el combate aún existe y vigorosa late en el alma inmortal de su soldado; ¡La patria, vencedora de cien lides, abre de nuevo el libro del pasado, donde vagan las sombras de los Cides! ESPA

Quiero, la contesté, que se pase usted al hotel de enfrente ahora mismo, que entregue usted estos veinte francos al amo de la fonda, en pago de los quince dias de alquiler que Luisa le debe, que usted estos otros cuatro napoleones á Luisa para que atienda á sus necesidades, que averigüe el nombre y domicilio de los padres del estudiante de Estrasburgo, y que procure saber de la jóven si tiene algun tio, algun hermano, alguna persona de respeto á quien acudir, trayéndome la nota de los nombres y del punto de residencia.

Por cierto que allí me encargué unas, que me costaron seis napoleones... ¡pero qué hechura, qué género! Me duraron hasta el año de la muerte de Prim... Ese Octavio, ¿de qué es autor? De Sibila y otras obras lindísimas. No le conozco... Creo confundirle con Eugenio Sué, que escribió, si no recuerdo mal, los Pecados capitales y Nuestra Señora de París. Los Misterios de París, quiere usted decir.

Segun un inventario hecho en 1774, los diamantes de la corona francesa excedian de ocho mil, de los cuales eran los mejores, y lo son todavía, los denominados el Regente y el Sancy. El Regente, que ocupaba el tercero ó cuarto lugar entre los primeros diamantes conocidos, fué comprado por el duque de Orleans por cuatrocientos mil napoleones, en 1717.

En Paris no tienen absolutamente nada de extraño las cosas más extrañas. Pues la buena mujer de Batiñoles supo la suscricion á que me refiero, supuso que el poeta se hallaba en grandes conflictos, y repetia frecuentemente: ¡pobre señor Alfonso de Lamartine! ¡Qué apurado estará! Y hoy guardaba un franco, otro franco mañana, y así fué reuniendo hasta cuatro napoleones.