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Durante toda la noche, el Chiruá continuó mugiendo, pero el estrépito disminuyó poco á poco; el agua, negra por el arrastre de materias extrañas, se aclaró un poco, y las pesadas piedras que arrastraba la corriente se detuvieron en mitad del cauce.

El cansancio de la noche precedente, pasada en el baile del marqués de Butrón, le rindió bien pronto y durmióse al fin pensando en su madre, que le llevaba de la mano, como cuando era niño, al santuario de la Virgen de Regla, encaramado sobre un peñasco, dominando el mar que se confunde en el horizonte con el cielo, como si fuese imposible presentar dos imágenes distintas del infinito, y vuelve después, soberbio siempre y constante, a estrellarse contra las rocas de la costa, mugiendo como una desesperación eterna e impotente...

El perro salía en su persecución al través de los jarales: las dos bestias tronchaban las ramas con el impulso de su carrera, producían un estrépito de huracán, y tras ellas corría el dañador de ligeras abarcas. Puesto en ama, al alcanzar el corzo, le mordía entre las patas traseras, en el órgano más sensible, y la bestia quedaba en el suelo mugiendo de dolor, hasta que el Mosco la daba muerte.

A medida que el cazador avanzaba, aumentaba el número de rebaños; y no eran solamente rebaños de ganado los que huían, unos mugiendo, otros berreando, sino también bandadas de ocas que se extendían hasta perderse de vista, gritando, graznando, arrastrando sus buches a lo largo del camino, con las alas abiertas y las patas medio heladas; ¡daba pena verlas!

Iba ésta con la cabeza baja, siguiendo el contorno de la valla, mugiendo como de fastidio por el tormento inútil. Seguíala el espada con la muleta en la mano, deseoso de acabar y temeroso de exponerse, y tras él toda la tropa de ayudantes moviendo sus capotes, como si quisieran convencer al animal con el flameo de los trapos para que doblara las piernas y se acostase.

Y el Barbas acompañó un buen trecho al doctor, mugiendo sus maldiciones y amenazas contra los contratistas que eran sus enemigos más inmediatos y contra los ricos de Bilbao siempre invisibles, divinidades maléficas que hacían sentir la fuerza de su poder en la montaña, sin mostrarse más que por la mediación de administradores y capataces, si explotaban la mina directamente, ó de contratistas si creían más ventajoso para ellos ajustar el arranque del mineral.

El cachalote está armado de cuarenta y ocho dientes colosales y de horribles quijadas capaces de tragárselo todo, hombre y embarcación. Parece ebrio de sangre. Su ciega rabia aterroriza á todos los cetáceos que, al divisarlo, huyen mugiendo, varan en la playa á veces, se esconden entre la arena ó el fango. Lo temen muerto y todo, no osando acercarse á su cadáver.

En Lisboa sólo pude escribirte unas líneas en una postal. Me faltó el tiempo. El tren llegó con retraso; luego el registro de los equipajes en la Aduana y el trasatlántico que estaba ya fondeado en el río, mugiendo a cada instante como el que no quiere esperar. ¡Y yo que soy tan torpe para los menesteres vulgares de la vida!... Recuerda cuántas veces te has reído de mi inutilidad en nuestros viajes... Nuestros viajes ¡ay! tan lejanos, ¡tan lejanos! que no cuándo volverán a repetirse... Por fortuna, encontré en el tren a un compañero: un tal Isidro Maltrana, tipo curioso, al que conocí vagamente en mis tiempos de bohemia heroica, y que va, como yo, a Buenos Aires. La identidad de nuestros destinos nos ha hecho intimar rápidamente. Hace unas sesenta horas que estamos juntos, y no parece sino que hemos andado apareados toda la vida.

Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón. El mayor tenía doce años y el menor, nueve.

Un hombre mal equipado, peor armado y mugiendo el mar bajo sus pies, entre tinieblas, en medio de los hielos, fué el primero que intentó tamaña hazaña, y solo, enteramente solo, plantó cara al coloso de los mares.