United States or Western Sahara ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sánchez Morueta, después de la lectura de los anónimos, recordaba haber oído su nombre de labios de Judith en los momentos de abandono, hablando de él como de un amigo antiguo. Sabía, además, que el aventurero había pasado largas temporadas en Madrid ocupando su sitio, todavía caliente, apenas emprendía el regreso á Bilbao.

Tardó el millonario algún tiempo en recobrar su calma, y al reanudar el relato pasó de un salto á la escena final de su novela amorosa, á la última entrevista con Judith dos noches antes, en aquel hotelito de Biarritz donde había pasado los mejores veranos de su vida. Sánchez Morueta había llegado sin avisarla, sorprendiendo al monsieur Jules casi ocupando su sitio.

Judith, que esta ocasion consideraba, La cabeza le corta, y con secreto Saliò con la criada que llevaba: Librando de esta suerte del aprieto A su pueblo, en que vió ella que estaba. El prémio ha recibido, mas perfecto; Y pues vemos que el prèmio ya nos llama, Dejemos de nosotras grande fama.

Pero cuéntame, Pepe ¿qué te pasa? ¡Judith!... gimió el millonario. Ya sabes quién digo... Y vacilaba antes de seguir hablando, como avergonzado de revelar su tristeza. , Judith dijo Aresti animándolo para que hablase. Aquella francesa, ó judía, ó lo que sea, de la que me hablaste con entusiasmo... la madre de aquel niño tan hermoso... el hijo del amor.

Pero doña Cristina dudaba ya de todo desde que dos días antes de que regresase el millonario, había encontrado revolviendo los papeles de su mesa, una carta de color gris, perfumada de ámbar y con la firma de una mujer, una tal Judith, que debía ser una pagana, una pecadora, á juzgar por su nombre y su manera de escribir.

Holofernes soberbio, crudo, altivo, Tenia la ciudad desta cercada; Al nombre hebraico era muy nocivo Con su fuerza, poder y cruda espada: Estaba al punto ya de ser cautivo El pueblo, y la ciudad desconsolada; Judith de remediarla deseosa Saliò por el ejército animosa.

Alguna vez, arrastrada de su temperamento impresionable, sintió impulsos vehementes de seguir el ejemplo de Judith, haciendo expiar a algún malvado tan horribles sacrilegios. Quisiera tener en su mano a los perseguidores de Jesús para deshacerlos y convertirlos en polvo.

Amaba como un patriarca de la Biblia, sorprendido en el ambiente tranquilo de su tienda por las gracias felinas de una bayadera asiática. Había acabado por arrancar á Judith de su vida de aventuras, por instalarla definitivamente en Madrid, como una señora tranquila que vive de sus rentas.

Aún podían ser felices: los tres vivirían en santa calma sabiendo respetarse. Ella no olvidaba que poseía una fortuna, gracias á él: era buena muchacha y haría lo necesario para que su protector no sufriese. Pero el millonario contestaba con voz quejumbrosa, impotente ya para revolverse. «Yo solo, yo soloJudith se indignaba. ¡Grosse bête, va! Lo que él pedía era imposible.

Halláis espléndida la acción de Judith porque libertó a unos cuantos ruines israelitas, que no valían seguramente lo que yo, y que no os debían interesar, puesto que hace tanto tiempo que están muertos y enterrados... ¿y os parece mal que haga lo mismo por mi propia libertad? ¡Y eso que yo gracias a Dios, estoy viva! añadí, girando varias veces sobre mis talones.