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Su fama poética era ya tan grande en el año de 1630, que Lope de Vega, considerándolo como su digno sucesor, dice de él en El Laurel de Apolo: En estilo poético y dulzura, Sube del monte á la suprema altura. Por premio de sus servicios fué este poeta nombrado en 1637 caballero del hábito de Santiago.

En cuanto a la caridad de usted, tía María, Dios será el premio. La buena anciana vaciló un instante, tomó el dinero y dijo: Bien está; nada le faltará; vaya usted descuidado, tío Pedro, que su hija queda en buenas manos. El pobre padre salió aceleradamente y no se detuvo hasta llegar a la playa. Allí se paró, volvió la cara hacia el convento y se echó a llorar amargamente.

Dios quiere por estos medios, probar la fortaleza del hombre; y el premio de la constancia no siempre se hace esperar todo en la otra vida. Que si esto sucede una que otra vez, ¿es acaso lijera recompensa el descender al sepulcro con el alma tranquila, sin remordimiento, y con el corazon embriagado de esperanza?

Allá os lo habed con vosotros mismos, que sois corchetes de la Fortuna, dando las más veces premio a lo que aun no merece oídos, y abatís lo que merece estar sobre las estrellas; pero no se me da de vosotros dos caracoles: hágame Dios bien con mi prosa , entretanto que otros fluctúan por las maretas de vuestros aplausos, de quien nos libre Dios por su infinita misericordia, Amén, Jesús.

Entra un joven de unos veintidós años, vestido con esa elegancia, un poco oropelesca, de los cómicos que hacen el papel de Perdican en el Conservatorio. Dirígese rectamente al mostrador. Es el señor Beauvallon, primer premio de Comedia. BEAUVALLON. ¡Buenos días, La Choute!

La algazara de los premiados, que iba cediendo algo, se aumentó con la llegada de Guillermina, la cual supo en su casa la nueva y entró diciendo a voces: «Cada uno me tiene que dar el veinticinco por ciento para mi obra... Si no, Dios y San José les amargarán el premio».

Mi noble y santa amiga, yo sabía muy bien que tenías la virtud del sacrificio; veo ahora, que habías recibido el premio de ella. Hacia las dos de la mañana sucumbiendo de fatiga quise respirar por un momento el aire puro. Descendí la escalera en medio de las tinieblas, entre en el jardín, evitando atravesar el salón del piso bajo, donde noté luz. La noche estaba profundamente sombría.

Todo esto es al revés en los letrados; porque, de faldas, que no quiero decir de mangas, todos tienen en qué entretenerse. Así que, aunque es mayor el trabajo del soldado, es mucho menor el premio.

...yo diré mi glosa, de la cual no espero premio alguno, que sólo por ejercitar el ingenio la he hecho.

Al fin, sacándolo a pulso y gozándome en la turbación que impedía a la infeliz ser más explícita conmigo, supe todo lo que necesitaba saber, y otro poco que se me otorgó en premio del trabajo que me costó adquirirlo.