Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 12 de julio de 2025
Había comenzado por una aventura vulgarísima: un encuentro en Biarritz con Judith, una vendedora de amor, de nacionalidad indeterminada, nacida en Francia, pero hija de judíos: una mujer que en plena juventud había corrido medio mundo y conocía casi todos los idiomas europeos. Las relaciones habían ido estrechándose.
Adivinaba que, viendo de nuevo á Judith, hubiese pasado por todo, se habría sometido á una situación envilecedora, á cambio de conservar algo de la antigua ilusión, una sombra de felicidad á la que agarrarse. Se hizo un largo silencio.
Por la noche, el deseo amoroso fué más fuerte que su voluntad, y sin darse cuenta de á dónde se dirigía, se vió de pronto llamando á la puerta de Judith. Fué en vano. Ella temía, sin duda, la repetición de otra noche como la anterior: sentía miedo, y tal vez cansancio de luchar con la pegajosidad de un amor desesperado. Nadie le respondió. Judith había huido con su amante y el pequeñuelo.
A mis padres, hablando de Castilla Y de santas histórias, tengo oido De la sábia Judith, si sè decilla, Que bien veis que en la tierra soy nacida; Aquella grande hazaña y maravilla Que hizo, por dò nombre ha merecido Tan alto, que la Iglesia la pregona Por dechado de fuertes y corona.
Realmente la sorpresa no había sido completa. No le había visto: sólo había adivinado su presencia en el desorden de la habitación, en los detalles que revelaban una fuga rápida, mientras la doncella de Judith le entretenía ante la puerta cerrada.
Palabra del Dia
Otros Mirando