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En una de las esquinas de la pieza, ocupando a lo sumo un espacio de metro y medio cuadrado, un joven suizo había instalado su vidriera y su mesita de relojero. Más de una vez tuve el impulso de ir a conversar con el pobre relojero; pero a mi vez, estaba tan nervioso e irascible, que acabé por fastidiarme hasta del infeliz que tenía delante.

La exaltación de la joven iba en aumento. Hablaba por los codos y le tuteaba rudamente. Dame un cigarro. ¡Fernandita!... ¡Un cigarro!... Se va a usted a marear. ¡Silencio! ¿Qué dices ahí, tonto? ¡Marearme! no sabes ya qué inventar para fastidiarme. Dame un cigarro o te dejo ahí plantado.

Y amontonamos, como se pudo, los paquetes groseros de mi equipaje, los que, entre paréntesis, me tenían vejada con la triste figura que hacían en tan elegante vehículo. Apenas instalada en él, me dio mi tío una bolsa de golosinas para confortarme, y se sumió en la lectura de un nuevo diario. Esta manera de conducirse comenzó a fastidiarme.

No son malas chicas, dixo el senador; algunas veces mando que duerman conmigo, porque estoy aburrido de las señoras del pueblo, de su retrechería, sus zelos, sus contiendas, su mal genio, sus nimiedades, su vanidad, sus tonterías, y mas aun de los sonetos que tiene uno que hacer ó mandar hacer en elogio suyo: mas con todo ya empiezan á fastidiarme estas muchachas.

Indudablemente no era ella, como no es ella ese blanco fantasma que veo algunas veces durante mi delirio de pie e inmóvil junto a mi lecho. Acabé de fastidiarme en París. Más aún, empecé a sentir un deseo punzante de ver a Amparo. Como estaba acostumbrado a hacer mi voluntad, apenas el deseo de verla se me hizo exigente; me puse en camino.

4 de Abril. La monotonía de mi vida en este lugar empieza a fastidiarme bastante, y no porque la vida mía en otras partes haya sido más activa físicamente; antes al contrario, aquí me paseo mucho, a pie y a caballo, voy al campo, y por complacer a mi padre concurro a casinos y reuniones; en fin, vivo como fuera de mi centro y de mi modo de ser; pero mi vida intelectual es nula; no leo un libro ni apenas me dejan un momento para pensar y meditar sosegadamente: y como el encanto de mi vida estribaba en estos pensamientos y meditaciones, me parece monótona la que hago ahora.

Pude decir entonces: Nunca tuve nombre. O, si lo tuve, ya no lo tengo. Lo he perdido. Y, aunque salamandra para los órganos materiales de mi cuerpo, ¡no retoñar mi nombre! Y transformose sucesivamente en una pantera, una garza, una culebra, una mosca, una corsa... Déjate de fastidiarme con tus mutaciones le observé severamente.

Pues vuelve donde él y dile que, si no se allana a pagarte, voy yo mismo dentro de cinco minutos por mi plata. Fray Antolín regresó al portal, y al verlo don Marcos entrar por la puerta de la tienda, le dijo: ¿Vuelve usted a fastidiarme? Nada de eso, señor Guruceta. Vengo a decirle que dentro de pocos instantes estará aquí fray Venancio en persona a entenderse con usted.

La verdad es que yo quisiera tocarlo todo en seguida, y al ver que no puedo y que he de fastidiarme mucho con ejercicios y escalas, me enfurezco y me entran ganas de dar puñetazos al piano. Y el travieso bebé decía esto con tonillo irritado, levantando el puño. Pero ahora continuó en tono más dulce , ya que no puedo ser pianista, me dedico al canto.