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Pero el padrecito se echó pacientemente a juntar realejos, y cada vez que de las economías de su mesada conventual, alboroques, limosnas de misas y otros gajes alcanzaba a ver apiladas sesenta pulidas onzas de oro, íbase con gran cautela al portal de Botoneros y entraba en la tienda de don Marcos Guruceta, comerciante que gozaba de gran reputación de probidad, y que por ello era el banquero o depositario de los caudales de muchos prójimos.

Yo me he adelantado a esperarlo. Al oír estas palabras, y ante el aplomo con que fueron dichas, experimentó Guruceta una conmoción extraña, y decididamente temió tener que habérselas con un alma de la otra vida. Que no se moleste en venir fray Venancio dijo tartamudeando . Es posible que, con tanto asunto como tengo en esta cabeza, haya olvidado que me dió dinero.

Cosa muy seria es ésta de oír hablar a un difunto. Por la mañana se acercó nuestro asustado religioso al comendador de la orden y le refirió, sueño o realidad, lo que le había pasado. Nada se pierde, hermano contestó el superior , con que vea a Guruceta. En efecto, mediodía era por filo cuando fray Antolín llegaba al mostrador del comerciante y le hacía el reclamo consabido.

Don Marcos se subió al cerezo y díjole que era un fraile loco o trapalón. Retiróse mohino el comisionado; pero al llegar a la portería de su convento, salióle al encuentro un fraile en el cual reconoció a fray Venancio. Y bien, hermano, ¿cómo te ha ido? Malísimamente, hermano contestó el interpelado . Guruceta me ha tratado de visionario y embaucador. ¿?

No te alarmes dijo el aparecido . Dios me ha dado licencia para venir a encomendarte un asunto. Ve mañana al mediodía al portal de Botoneros y pídele a don Marcos Guruceta seis mil pesos que le di a guardar, y que están destinados para poner en el primer claustro la vida de nuestro santo patrón. Y dicho esto, la visión desapareció. El padre Antolín se quedó como es de presumirse.

Pues vuelve donde él y dile que, si no se allana a pagarte, voy yo mismo dentro de cinco minutos por mi plata. Fray Antolín regresó al portal, y al verlo don Marcos entrar por la puerta de la tienda, le dijo: ¿Vuelve usted a fastidiarme? Nada de eso, señor Guruceta. Vengo a decirle que dentro de pocos instantes estará aquí fray Venancio en persona a entenderse con usted.