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A lo que el cocinero respondió: -Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene juridición la hambre, merced al rico Camacho. Apeaos y mirad si hay por ahí un cucharón, y espumad una gallina o dos, y buen provecho os hagan. -No veo ninguno -respondió Sancho. -Esperad -dijo el cocinero-. ¡Pecador de , y qué melindroso y para poco debéis de ser!

Daba un salto, y decía: "Con este compás alcanzo más y gano los grados del perfil; ahora me aprovecho del movimiento remiso para matar el natural; ésta había de ser cuchillada y ésta, tajo." No llegaba a desde una legua, y andaba alderredor con el cucharón; y como yo me estaba quedo, parecían tretas contra olla que se sale, estando al fuego.

Don Juan en la cabecera, con las dos niñas, y en el extremo opuesto doña Manuela, teniendo a la derecha a Juanito y a la izquierda la silla destinada a Rafael. La humeante sopera descansó en el centro de la mesa, con el cucharón de plata metido en las entrañas, y rápidamente se llenaron los platos. ¡Soberbia sopa!

Era Sabel la reina de aquella pequeña corte: sofocada por la llama, con los brazos arremangados, los ojos húmedos, recibía el incienso de las adulaciones, hundía el cucharón de hierro en el pote, llenaba cuencos de caldo, y al punto una mujer desaparecía del círculo, refugiábase en la esquina o en un banco, donde se la oía mascar ansiosamente, soplar el hirviente bodrio y lengüetear contra la cuchara.

Los viernes solía inviar unos güevos, con tantas barbas fuerza de pelos y canas suyas que pudieran pretender corregimiento u abogacía Pues meter el badil por el cucharón y inviar una escudilla de caldo empedrada era ordinario. Mil veces topé yo sabandijas, palos y estopa de la que hilaba en la olla. Y todo lo metía para que hiciese presencia en las tripas y abultase.

Desperté, volví á dormir, y torné á despertar y á dormir otra vez y otras ciento, y siempre veía el repleto cucharón de mi tía persiguiéndome y llenando los claros que yo iba haciendo en los platos que me servían sin cesar. En esta lucha cruel me cogió el alba. Salté de la cama, vestíme; y, desayunándome de prisa, corrí á despedirme de la familia que había madrugado más que yo.

Ese es Ferrus el pintor, dijo la tía Rojana señalando con el cucharón al dormido bebedor. ¡Y yo, tonta de , que le creí y le de beber antes de que me pintara la muestra prometida y ahora me quedo sin muestra y sin el vino que se me ha tragado ese perdulario!

Yo vine a Villavieja de teniente de carabineros: no cucharón, señorita, sino de colegio, del de Infantería. Aquí ascendí a capitán y me casé con una villavejana de bastante buen ver y no pobre del todo. ¿No es cierto, don Alejandro? Y se queda usted corto. Era de lo mejorcito de aquí... Y pasemos de largo sobre ese punto, antes que empiece a dolerle como de costumbre. Bueno.

PELAYO. Aun no lo sabe Bien, que con un cucharón, Si la pecilga un garzón, Le suele pegar un cabe Que le aturde los sentidos; Que una vez, porque llegué A la olla, los saque Por dos meses atordidos. D. TELL. ¿Y vos? PELAYO. Pelayo, señor. D. TELL. No hablo con vos. PELAYO. Yo pensaba, Señor, que conmigo habraba. D. TELL. ¿Cómo os llamáis? LEONOR. Yo, Leonor.

De él colgaban muchos manojos de imágines, cruces y cuentas de perdones que hacían ruido de sonajas. Bendecía las ollas y al espumar hacía cruces con el cucharón. Yo pienso que las conjuraba por sacarles los espíritus, ya que no tenía carne.