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Titulábanse de «Santa Elena» y el «Cometa» y con ellos ganó el primer premio. En el mismo Libro de Propios se cita á Pedro Guerrero, autor de danzas, que quizás es el mismo que hizo «los escudos que se pusieron en la carrera de la procesión del Corpus» para que ante ellos representasen.

Había vivido en el campo desde su llegada á América, cuando la gente blanca no se atrevía á establecerse fuera de las poblaciones por miedo á los indios bravos. Su primer dinero lo ganó como heroico comerciante, llevando mercancías en una carreta de fortín en fortín. Mató indios, fué herido dos veces por ellos, vivió cautivo una temporada y acabó por hacerse amigo de un cacique.

Hubo por su rescate mil y quinientos escudos, con que el Almugavar recompensó lo perdido, y ganó reputacion de valiente y plático soldado. Estas y muchas otras correrias, refiere Montaner, que se hacian con igual felicidad y admiracion. A tanto llegó el atrevimiento de los Catalanes.

Tu padre se arruina. ¡Y qué! ¿No hizo esa fortuna en otro tiempo? ¿Tenia quizá alguna escritura en que la eternidad le prometia amparar sus buques ó sus billetes? Hoy pierde lo que ganó ayer. ¿Quién te ha dicho que la pérdida, como la ganancia, es otra cosa que un accidente en la vida de un comerciante?

Un modesto coche de movimientos repulsivos nos condujo por el húmedo y melancólico valle, en cuarenta minutos, á la célebre ciudad de Altorf, capital del Canton, donde Guillermo Tell ganó la inmortalidad con la famosa proeza de la manzana y la flecha.

Rehaciéndose un poco, creyó que á su tío debía semejante favor, con lo cual la persona de Elías ganó momentáneamente su afecto. Pero al salir encontró á Bozmediano que le saludó con mucha cortesía, repitiéndole que estaba libre y podía retirarse á su casa.

El señor de Monthélin debió convencerse de que aquella ocasión habíala olfateado mal. Sólo le quedaba hacer una retirada honrosa. Creo dijo que el señor de Lerne sale de aquí... Vamos ¡él se venga, es en buena guerra! Tomó su sombrero, se inclinó profundamente y ganó la puerta. Juana, al quedarse sola, comprendió por primera vez, el peligro real y odioso que había corrido casi inconscientemente.

Pero la verdad es, como ya te he dicho, que no me gano fácilmente la voluntad de los niños. No se me suben á las rodillas, no me charlan al oído, no responden á mi sonrisa; sino que permanecen alejados de y me miran de una manera extraña. Aun los recién nacidos lloran fuertemente cuando los tomo en brazos. Sin embargo, Perla ha sido cariñosa para conmigo dos veces en su vida.

El hospital de Santa Ana, cuya fábrica emprendía entonces el arzobispo Loayza, recibió también una limosna de dos mil pesos, sin que nadie, a excepción del ilustrísimo, supiera el nombre del caritativo. Lo positivo es que quien ganó con creces en el negocio fué don Antonio de Ribera. En Sevilla la estaca le había costado media peseta.

Hasta el título nobiliario se ganó de parecido modo, cuando ya era general, por haber corrido en aquellos desfiladeros, siendo alférez..., delante de una partida carlista, en la primera guerra civil. Con estos dos hechos se explicaba la conducta de Leticia con el banquero.