United States or Guyana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Me corresponde de derecho el hablar antes del asunto que me trae á buscaros. Ya os he dicho que se trata de vuestra mano. Acabaréis por impacientarme, Manuel. Yo creo que estáis ya bastante impacientada. Será al fin necesario oíros, para que acabéis pronto.

Si os aventurais á ir á ver á la reyna, le dixo, acelerais su muerte; y si hablais con el rey, tambien es perdida. Yo me encargo de su suerte, seguid vos la vuestra: esparciré la voz de que os habeis encaminado hácia la India, iré pronto á buscaros, y os diré lo que hubiere sucedido en Babilonia.

Desde que perdí el corazón en el cielo de vuestras perfecciones, señora, dijo Cervantes, de tal manera he ansiado, tanto he dudado, tan grande la desdicha de mi amor he creído, que no he tenido alma ni vida más que para ansiar y temer, y buscaros y entreveros, apareciendo con el alba, tornándoos a vuestra casa a punto que el sol salía, menos que vos hermoso; y todo era en sobresalto y congoja, y afán y miedo; que ante vos no quería mostrarme, por no ver el desdén en vuestros ojos, hasta que no pudiendo más, y desesperado y loco, a daros música vine, y a deciros ese triste soneto, que en su poco valer bien muestra que las musas están enojadas conmigo, al verse por vos, a causa del grande amor que os tengo, por desdeñadas y olvidadas; bien que si vos, como me lo hace creer el deseo, me amáis, ¿qué vale el laurel de Apolo comparado con la gloria de teneros mía?

En efecto; pero como yo he pensado buscaros á vos, antes que vos pensárais en buscarme á mi, me corresponde de derecho empezar primero. Y empiezo... pidiéndoos la mano, que el corazón no, para un amigo mío. Si volvéis con ese enojoso asunto... dijo severamente doña Clara.

Don Francisco vendrá á buscaros... Pues no encuentro medio... ; dejar esta conversación. Dejémosla. Hablemos de otra cosa. Pero ninguno de los dos habló. Bebieron en silencio sus copas. Pasaron algún tiempo callando. Dorotea miró involuntariamente á Montiño. En aquel momento Montiño miró á la comedianta. Esta doble mirada fué más elocuente, más intensa que la anterior.

Acercáos, acercáos, doña Juana; hace frío... y sobre todo, tenemos que hablar largamente y á corta distancia, á fin de que podamos hablar muy bajo: vengo á buscaros como un amigo; como un amigo que se confiesa necesitado de vos, no como rey. Vuestra majestad puede mandarme siempre. No tanto, no tanto, doña Juana; ya yo que servís con el alma y la vida... A vuestra majestad.

puedes estar de vuelta en media hora añade Martín, que toma el silencio de Juan por mal humor. Juan menea la cabeza y responde, lanzando una mirada a Gertrudis, que él también está cansado. ¡Entonces, Dios os acompañe, hijos míos! dice Martín. Y cuando me haya librado de mis amigos iré a buscaros.

No; no ciertamente dijo el joven ; perdonad, tío, pero cuando don Francisco me llama con tanta urgencia, asunto debe ser importante; en cuanto concluya iré á buscaros á palacio. Ve, sobrino, ve dijo el cocinero ; ya sabes que yo no me meto en tus asuntos; pero mira dónde pones los pies, hijo mío, porque la corte se ha puesto para ti un poco resbaladiza.

Sólo puedo daros una descripción incompletísima; yo sólo puedo deciros que era una joven de veinte años, alta, esbelta, admirablemente formada, con ojos negros, grandes, brillantes, hermosos hasta lo infinito; frente blanca, tersa, pura como el marfil; vamos: es imposible, lo veo: a una mujer hermosa se la pinta, no se la describe, y aún pintándola, por más que el retrato sea obra de un gran artista, sólo tendréis el remedo, porque faltará allí la vida; porque una fisonomía no se reproduce en un solo rasgo, en una sola manifestación; porque no pueden fijarse, reproducirse las ondulaciones del alma; esa sonrisa a la que sucede una gravedad triste, esa mirada anhelante que vacila y tiembla delante de vuestra mirada y se aparta de vos para volver a buscaros, ya más serena más cauta, rehecha de la primera impresión; esa boca entreabierta y pura que deja escapar un hálito ardiente y entrecortado; ese seno que se alza y se deprime obedeciendo a ese hálito; no, no; el pintor sólo puede reproducir el alma en un momento dado, y el alma, que es la luz del semblante, no se reproduce, no se manifiesta en una sola sensación... es imposible que yo pueda daros una idea de Amparo.

Fió el buen rey Nabuzan su cuita del sabio Zadig. Vos que tantas cosas sabeis, le dixo, ¿no sabríais modo para que tope yo con un tesorero que no me robe? por cierto, respondió Zadig; un modo infalible de buscaros uno que tenga las manos limpias. Contentísimo el rey le preguntó, dándole un abrazo, como haria.