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Pero, hija mía, ¿cómo es que usted va sola? ¡A estas horas ... tan sola! dijo el padre con voz agridulce. Tengo que ir á una casa que conozco repuso Clara por dar alguna respuesta. ¿Pero va usted sola? ¡A estas horas! ... Hija mía, ¿por qué es eso? No tengo quien me acompaña. Soy sola. ¿Que es usted sola? ¡Jesús, María y José! ¡Qué calamidad! ¿Pero no tiene usted padres? No, señor.

Su afecto por Germana se componía de caridad cristiana, de compasión por la debilidad y de aquella alegría agridulce que un hombre de corazón encuentra en el cumplimiento de los deberes difíciles. Quizá también había en aquel sentimiento algo de legítimo orgullo.

Vio un cambio de ministros fundado en que los del 16 de Octubre parecieron un poco dañados de liberalismo, pues la Corte deseaba un gobierno absolutamente agridulce que contentase a todos y conciliara el día con la noche, cosa en verdad más difícil que asar la manteca.

Ya se ve ... con estas ideas del día, ¡qué había usted de hacer! Es preciso perdonar dijo doña Paulita con una voz agridulce y atiplada, que parecía salir de lo profundo de un cepillo de iglesia. , perdonar; pero corregirse también indicó Salomé con el aplomo de un legislador. Si no, á dónde iríamos á parar; porque el perdón sin corrección produce peores efectos que el no perdonar.

La vieja dama echó furtivamente torcida y equívoca mirada a su sobrino, y frunciendo sus pálidos labios objetóle con agridulce tono: ¡, sin duda! puede encontrarse la joya que deseas... pero debo antes observar que las niñas criadas en la escuela de la adversidad, generalmente no tienen un cuarto. ¡Tía, el dote para es cuestión secundaria!

Cuando por aquellas galerías conseguía deslizarse con furtivo atrevimiento algún novio agridulce, algún pollanco pretendiente, de bastoncito, corbata de color, hongo claro, y tal vez pitillo en boquilla de ámbar... ¡ay Dios mío!, ¿quién podría contar las risas, los escondites, las sosadas, el juego inocente, la tontería deliciosa de aquellas frescas almas que acababan de abrir sus corolas al sol de la vida?

Sería la única persona de la corte que lo ignorase. Además, me parece que has tenido sobrado tiempo para decírselo. Es verdad, tía; soy culpable de ese olvido. Pero no hay que extrañarlo continuó la voz agridulce . ¿Cómo ha de gustar de mi sociedad, ni de las personas de su clase, cuando todo el mundo dice que no trata más que con cómicas? Es falso respondió con sequedad la duquesa.

¿Conque se ha hecho invisible el duque? decía una voz agridulce . Hace quince días que he llegado a Madrid y no sólo no se ha dignado venir a verme mi querido sobrino, sino que no le he visto en ninguna parte. Tía respondió la duquesa , puede ser que no sepa vuestra llegada. ¡No saber que la marquesa de Gutibamba ha llegado a Madrid! No es posible, sobrina.

Era el encanto del pecado, el sabor agridulce de lo prohibido, el perfume canallesco, que entraba como una ráfaga de vendaval en el aburrimiento de su vida, volcando todas las preocupaciones y los escrúpulos. Sánchez Morueta, al considerarse culpable, se sentía más hombre. El remordimiento era una manifestación de vida que le sacaba del letargo de su existencia.

Y sin esperar a que le rogasen, el mayorazguito de Rumblar, con sonsonete de escuela, voz agridulce y afeminados gestos, dió principio a la siguiente retahila: Por el barandal del cielo se pasea una doncella blanca, rubia y encarnada, que alumbra como una estrella, San Juan le dice a Jesús: «¿Quién es aquella doncella?» «Nuestra Madre, buen San Juan, nuestra Madre linda y bella»; la Virgen no viene sola: ángeles vienen con ella; no viene vestida de oro, ni de plata, ni de seda: viene vestida de grana.... ..........................