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Actualizado: 26 de mayo de 2025
El hermano Gabriel tuvo que irse a trabajar en sus espuertas bajo la yedra, a cuya sombra estaban en otro tiempo las norias. Morrongo se subió al tejado más alto, y se recostó al sol, echando una mirada de desprecio al tumulto que había en el patio; Palomo ladró, gruñó y protestó tan enérgicamente contra la invasión extranjera, que Manuel mandó a Momo que le encerrase.
Lo empujé cariñosamente. Acuéstate un momento... estás mal. Vezzera se recostó en mi cama y cruzó sus dos manos sobre la frente. Pasó un largo rato en silencio. De pronto me llegó su voz, lenta: ¿Sabes lo que te iba a decir?... Que no querías que María se enamorara de ti... Por eso no ibas. ¡Qué estúpido! me sonreí. Sí, estúpido! ¡Todo, todo lo que quieras! Quedamos mudos otra vez.
El señor Aubry se recostó en una poltrona; luego, al cabo de algunos minutos, exclamó, desperezándose: Hijas mías, estoy muy fatigado; he tenido hoy un trabajo considerable; he hecho a la vez de patrón y de obrero. Este diablo de Juan, demorándose en venir, me recarga la tarea. Es que él solo se ocupa de todos los asuntos, y su ausencia prolongada empieza a molestarme.
Luisa, arrojándose en brazos de Gaspar, exclamó: ¡Gaspar, no te vayas! ¡Quédate con nosotros! El joven se puso muy pálido, y dijo: Soy soldado; me llamo Gaspar Lefèvre; te amo mil veces más que a mi vida; pero un Lefèvre cumple siempre con su deber. Desasiose el joven de los brazos de su novia; Luisa se recostó sobre la mesa y comenzó a gemir en alta voz.
Entonces le llamó la atención una persona que, fija en la esquina, la miraba con tenacidad. Segura de que no era él volvió la cara, y no se cuidó más de aquella persona. Cerró el balcón, porque sentía fatiga y mucha necesidad irresistible de dormir. Fué á su cuarto, y sentada en una silla, recostó la cabeza sobre la cama.
Todas las niñas tienen algo de usted: una postal, un verso lindo en el abanico. Y yo no tengo nada... Diga, señor, ¿es que le soy antipática? Mientras hablaba se había sentado en un sillón al lado de Fernando. Al principio mantúvose erguida; pero lentamente se recostó, hasta quedar con las piernas horizontales, mostrando su adorable bulto a través de la angosta falda.
Lita recostó su cabeza febril en el pecho de su mamá, y dejándose cantar lindas canciones en voz baja, quedose más profunda y tranquilamente dormida que si le hubieran propinado todo el frasco del remedio recetado por el médico de los anteojos de oro y del reloj que hacía tic-tac hasta en el bolsillo. ¡Siete días, sólo siete días bastaron a Lita para concluir su colcha blanca!
Isidora dormía, al parecer, sosegadamente; D. José, que desde algún tiempo antes se había sometido a un meritorio régimen de sobriedad en alimento y lecho, se recostó vestido en un sofá de paja, frontero a la cama de su ahijada, el cual le servía de punto de acecho o vigilancia para no perder ni el más ligero movimiento de la enferma. Toda la noche ardía una vela, puesta dentro de una jofaina.
Pero después de haber realizado su intento y avanzar rápidamente los primeros pasos, el recién venido pareció de pronto titubear, vacilante: la irritación que le encendía el rostro fue cediendo ante la confusión y la angustia. Al llegar al umbral y ver al cadáver se llevó una mano al corazón, se recostó contra el marco de la puerta, intensamente pálido, a punto casi de desmayarse.
Se recostó descuidadamente en uno de los brazos del canapé y, por encima de su abanico que agitaba lentamente, se quedó contemplando a Delaberge con la sonrisa en los labios. Este, ya receloso y colocado en actitud defensiva, estudiaba detenidamente el rostro de su vecina. Pronto sintióse tranquilizado por completo.
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