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¿Cuántos han muerto esta noche? 20 Nueve, señor doctor. Pues yo he recetado para diez enfermos. Es que el número siete se ha negado rotundamente a tomar la medicina. Comía un inglés en una fonda y le sacaron, como era 25 natural, pan tierno. Tráigame pan duro dijo al camarero. No lo hay, señor contestó éste. Pues que lo hagan. Yo esperaré. En un examen. 30 ¿Cuántos son los elementos? Cinco.

La novedad se contó en voz baja a los contertulianos. Blanca, echada negligentemente en un canapé, la oía comentar y circular por el salón, y pasada la primera crisis y bebida la fórmula anodina que había recetado el médico, dejaba caer sus miradas frías y distraídas sobre las páginas de un periódico ilustrado que apenas podía sostener en sus manos.

Y antes de cerrar los ojos, Lita marcó con la uña una señal en la baranda de la cama, para anotar que había transcurrido el primer día... Pero no podía dormirse. Estaba demasiado nerviosa con las agitaciones del día. Su mamá, aunque lo notara, no quiso darle el remedio recetado por el médico. Sabía que su regazo era el mejor calmante para la hijita enferma.

Así que hubo tomado el desayuno, en compañía de su tío, se echó fuera de casa, para comenzar a poner por obra lo que le habían recetado. Delante de la rectoral estaba el camino, que hacia la derecha y bajando conducía al pueblo, y por la izquierda y subiendo guiaba a Lada; el mismo que él había traído.

Pero como el viajero no pareciese dispuesto a realizar sus esperanzas, se resolvió ella, pasado algún tiempo, a volver a la carga, exclamando: Bien, ¿y qué hago yo? Usted no me dice cómo voy a salir del paso. ¿Adónde iba usted, señora, con su marido? Ibamos a Francia... a las aguas de Vichy, que le habían recetado los médicos. ¿A Vichy directamente? ¿No pensaban ustedes detenerse en alguna parte?

Nadie dijo una palabra, nadie hizo un comentario... En el embarazoso silencio que deja al descubierto las grandes vergüenzas, oyóse tan sólo la suave vocecita de la Albornoz, que decía algún tanto temblorosa: ¿Mademoiselle de Sirop?... ¡Qué delicia!... ¿Si será prima del jarabe Henry Mure que han recetado a Fernandito?...

Los que estáis robustos os figuráis que no podéis enfermar jamás, pero cuando menos lo pensáis os viene el latigazo encima. Voy á preparar el calmante que el médico ha recetado. Ten cuidado de no sacar los brazos fuera. Gracias á Dios, eso no será nada. No tengas aprensión. Desapareció después de pronunciar este sermoncito, que el mayordomo encontró delicioso.

Lita recostó su cabeza febril en el pecho de su mamá, y dejándose cantar lindas canciones en voz baja, quedose más profunda y tranquilamente dormida que si le hubieran propinado todo el frasco del remedio recetado por el médico de los anteojos de oro y del reloj que hacía tic-tac hasta en el bolsillo. ¡Siete días, sólo siete días bastaron a Lita para concluir su colcha blanca!

Tuvo feliz despacho con tan poderoso intercesor su súplica, porque cayendo luego enfermo, le dieron, por descuido del enfermero, un remedio recetado para otros, el cual le redujo á los últimos períodos de la vida.

Habían recetado al enfermo campo y descanso o trabajo metódico y moderado. Importándosele poco su vida, ya sin halagos, pensó él descuidar los consejos médicos... Pero Laura no lo permitió. Facilitó la liquidación de su casa en la ciudad.