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Actualizado: 23 de mayo de 2025


El bosque admiró y entusiasmó a la dama por encima de todo. Era una masa de robles añosos donde no penetraba jamás un rayo de sol. El suelo estaba limpio de abrojos, tapizado de césped que convidaba a reposar. Ninguna otra finca de recreo de la provincia poseía aquel regalo, procedente quizá de la primitiva selva donde se había fundado el monasterio que dio origen a Lancia. Quiso descansar un instante debajo de aquella bóveda verde por donde la luz se cernía trabajosamente. Reinaba una paz, un amable sosiego que impresionaba como el silencio y la luz dormida de una, catedral gótica, pero con emoción más dulce. Apoyó la espalda en un árbol y paseó largo rato su mirada asombrada por la espesura. El conde estaba en pie algo más lejos. Ambos permanecieron mudos largo rato. Por fin el caballero sintió, sin verlo, que los ojos de la dama estaban posados sobre él. Resistió algunos momentos la atracción magnética de aquella mirada. Cuando al cabo volvió la suya vio que en efecto le contemplaba de hito en hito con expresión risueña y audaz que le hizo bajar la vista. Amalia soltó una alegre carcajada.

Largo rato permanecieron junto al pretil contemplando la agitación tumultuosa de las aguas. Poco á poco sus ojos se fueron acostumbrando á la oscuridad. La inmensa superficie del Océano se desplegó ante ellos erizada de crestas amenazadoras. Soledad concluyó por sentirse aterrada, como si estuviera en medio de ellas sin pisar tierra firme.

Los dos amigos se abrazaron llorando; ambos cayeron de rodillas al pie del lecho, y allí permanecieron toda la noche, rogando a Dios por la que había abandonado la morada de los vivos. Transcurrieron tres meses. Al cabo de este tiempo, cuando Fernando se atrevió a hablar de matrimonio a su prometida, ésta le contestó: No quiero casarme... Deseo entrar en un convento.

Y para que no haya dudas voy a probarlo ahora mismo. Los dos jóvenes permanecieron como petrificados. El doctor continuó: Amaury, tienes un corazón muy noble y un alma leal y sincera. A raíz de la muerte de mi hija, estabas firmemente resuelto a suicidarte y al marchar concebiste la esperanza de morir. En tus primeras cartas se veía un profundo hastío de la vida.

Las cuatro permanecieron inmóviles en el mismo lugar del espacio, como si esperasen órdenes. Gentleman volvió á decir Flimnap , ha llegado el momento más difícil para . Vamos á partir para la capital, y necesito recordarle que la continuación de su existencia no es aún cosa segura. Falta saber qué opinión formarán de usted las altas personalidades del Consejo Ejecutivo.

En tanto las tropas avanzaban despejando la plaza, y algunos eran tan osados, que delante de los caballos oponían resistencia y vociferaban apostrofando á Morillo y á su gente. ¡A esos que gritan! dijo el que mandaba el piquete. Arremolinóse el gentío. Muchos corrieron á escape. Otros dieron vueltas, arrastrados por la oleada, ó permanecieron turbados sin saber qué partido tomar. Lázaro calló.

Esta poblacion emigrante se alejó pues, conducida por Pacha, en busca de un recinto donde no pudiese llegar á ser descubierta; y habiendo traspasado los desiertos, finalmente se detuvo en una hondonada, á la que dio el nombre de Irimo: en este lugar, situado como doce ó catorce leguas al este de Aten, permanecieron estos indios mas de siete años sin que se les pudiese descubrir.

Permanecieron detenidos mucho tiempo para dejar pasar al largo cortejo. ¡Mala pata! murmuró Gallardo con voz temblona de cólera . ¿A quién se le ocurre traer un entierro por el camino de la plaza?... ¡Mardita sea! ¡Cuando digo que hoy pasa argo! El Nacional sonrió, encogiéndose de hombros. Superstisiones y fanatismos... Dios u la Naturaleza no se ocupan de esas cosas.

Roberto Vérod había temblado durante el relato, de dolor, de horror, de compasión, de remordimiento impotente, de odio mal contenido. Al oír la última palabra dio un paso adelante, y alzando el puño gritó: ¡Asesino! El Príncipe sostuvo su mirada, y dijo: Pegue usted. Así permanecieron los dos, frente a frente, durante un tiempo que ni uno ni otro habría podido después apreciar.

El príncipe y la duquesa se separaron un poco en el banco y permanecieron en silencio: él mirando al suelo, preocupado y cejijunto; ella con los ojos en la raya del horizonte, siguiendo la lenta marcha de las goletas, que habían combado sus alas bajo la brisa precursora del crepúsculo. La tenacidad con que Miguel ponía su vista en el suelo hizo que Alicia se equivocase.

Palabra del Dia

bagani

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