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Actualizado: 19 de junio de 2025


La sombra pareció registrar sus bolsillos, despues se encorvó para adaptar la hoja de una azada al estremo de un grueso baston: Basilio creyó distinguir con gran sorpresa suya algo de los contornos del joyero Simoun. Era el mismo en efecto. El joyero cavaba la tierra, y de cuando en cuando la lámpara le iluminaba el rostro: no tenía los anteojos azules que tanto le desfiguraban.

Susurrábase que el joyero derramaría cascadas de brillantes, arrojaría á puñados perlas, en obsequio al hijo de su asociado y que, no pudiendo dar ninguna fiesta en su casa por no tener una propia y por ser solteron, aprovecharía la ocasion para sorprender al pueblo filipino con una sentida despedida.

El almacenero, cansado de esperarlo, pone avisos en los diarios, llamándolo, si es muy amigo de formas legales, pero constatando con dolor, recién, que ignora, no solamente el domicilio del cliente, sino también su nombre y apellido. La duda le asalta y va a ver al joyero que le tasó la prenda, y éste le declara rudamente que no es la misma que le llevó la primera vez sino una imitación.

El chino Quiroga respetaba mucho al joyero no solo por saberle muy rico sino tambien por las susurradas inteligencias que le atribuían con el Capitan General.

Iniciada la amistad, y luego intimada merced a la regularidad del consumo de la copita y el buen pago diario, con propina de los dos o tres centavos sobrantes y sin aceptar el fiado ofrecido, un buen día el hombre se saca un anillo con un gran solitario, o un rico reloj de oro, con cadena maciza y vistosa, y dice al almacenero: ¡Vea!... ¡Hágame el favor de hacerme tasar esta prenda con algún joyero de su confianza, algún amigo de conciencia!... ¡Tengo necesidad de saber exactamente su precio!

¡Un mulato americano! exclamó refunfuñando. ¡Indio inglés! observó en voz baja Ben Zayb. Americano, se lo digo á usted ¿si lo sabré yo? contestó de mal humor don Custodio; S. E. me lo ha contado; es un joyero que él conoció en la Habana y que segun sospecho le ha proporcionado el destino prestándole dinero.

Simoun contó su dolorosa historia, cómo, trece años antes, de vuelta de Europa, lleno de esperanzas y risueñas ilusiones, venía para casarse con una joven que amaba, dispuesto á hacer el bien y á perdonar á todos los que le han hecho mal, con tal que le dejasen vivir en paz. No fué así. Mano misteriosa le arrojó en el torbellino de un motin urdido por sus enemigos; nombre, fortuna, amor, porvenir, libertad, todo lo perdió y solo se escapó de la muerte gracias al heroismo de un amigo. Entonces juró vengarse. Con las riquezas de su familia, enterradas en un bosque, escapóse, se fué al estrangero y se dedicó al comercio. Tomó parte en la guerra de Cuba, ayudando ya á un partido ya á otro, pero ganando siempre. Allí conoció al General, entonces comandante, cuya voluntad se captó primero por medio de adelantos de dinero y haciéndose su amigo despues gracias á crímenes cuyo secreto el joyero poseía.

La luna se levantaba y enviaba su debil claridad de luna menguante al través de las ramas. Con los cabellos blancos y las facciones duras, iluminadas de abajo arriba por la luz de la lámpara, parecía el joyero el espíritu fatídico del bosque meditando algo siniestro. Basilio, silencioso ante tan duros reproches, escuchaba con la cabeza baja.

Nadie había visto al joyero en las butacas, ni en el vestuario, ni en ninguna parte. ¡Y sin embargo le he visto esta tarde con Mr. Jouy! dijo uno. Y ha regalado un collar á una de las actrices... ¿A cual de ellas? preguntan algunas curiosas. A la mejor de todas, ¡la que seguía con la vista su Excelencia! Miradas de inteligencia, guiños exclamaciones de duda, de afirmacion, frases entrecortadas.

Pero permitid que os entregue esta misiva que para vos puso en mis manos el bravo caballero gascón Sir Claudio Latour. Y á vos, señora, os traigo de él este joyero, que le fué presentado en Narbona y que os ofrece con sus respetos.

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