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Actualizado: 24 de junio de 2025
Era la valerosa pitillera chiquita y delgada; tenía a la sazón el rostro encendido, ladeado el tricornio, y con picaresco ademán repicaba un pandero roto ya, y muy engalanado de cintas. Ana y Amparo figuraban entre los grumetes. La Comadreja hacía un grumete chusco, travieso y cínico; Amparo, el más hermoso muchacho que imaginarse pueda.
La marquesa, alta, delgada, vestida con un manto negro hasta los pies, parecía un fantasma. ¿No me esperaban ustedes, verdad? dijo con voz enronquecida, extraña, que jamás le habían oído . Sin embargo, yo les aguardaba a ustedes desde hace muchos días; les aguardaba con impaciencia. Los vecinos de la calle pueden dar testimonio de ello.
Las señoras rodearon á la novia, oculta bajo un largo velo y la felicitaron con ardor. La señorita Guichard, apoyada en la chimenea, con el empaque de una reina, recibía los cumplimientos de la parte masculina de la reunión. Era la tal una mujer alta y delgada, de cara amarillenta á la que formaban cuadro unos cabellos de un negro azabache.
Luego, volviéndose a mí, añadió: Ha sido mucha bondad en usted, Gilberto, venir expresamente a despedirse y alargó su delgada mano fría, buscó la mía y la estrechó fuertemente, mientras sus ojos se clavaban en mí con esa extraña mirada fija que sólo aparece en los ojos de un hombre cuando se encuentra al borde de la tumba. Es el deber de un amigo, Burton respondí con profunda solemnidad.
Le mostró retratos suyos que databan de algunos años. Ulises tardó en reconocerla al contemplar la fotografía de una japonesa delgada, jovencita, envuelta en un kimono sombrío. Soy yo, cuando estuve allá. Nos interesaba conocer la verdadera fuerza de ese pueblo de hombrecitos con ojos de ratón. El otro retrato aparecía con falda corta, botas de montar, camisa de hombre y un fieltro de cow-boy.
De repente, al salir los cazadores de la espesura, cuando marchaban distraídamente y sin pensar en nada, el anciano Materne, deteniéndose tras unas malezas, dijo: ¡Quietos! Y con la mano señaló a la laguna, por entonces cubierta de una capa de hielo delgada y transparente.
Físicamente tenía Baltasar mediana estatura, la tez fina y blanca, y de un rubio apagado el ralo cabello; pero la parte inferior de su fisonomía era corta y poco noble; la barbilla chica y sin energía, la boca delgada de labios, como la de doña Dolores.
Este viejo caballero estaba ayer mismo reluciente y llevaba erguida una noble faz, muy rasurada, peluda, adornada con una gran nariz delgada y subrayada por un bigote en forma de paréntesis. ¡Parecía un bravo jabalí domesticado! Hoy no es mas que un mísero vejete, repentinamente encorvado, que parece implorar la caridad. ¡Compréndese que este hombre no se teñirá más!
Algunos hablaban de política, paseándose por los corredores; la juventud de ambos sexos, sentada junto a las flores, charlaba y reía, como si la tierra sólo produjese flores, y el aire sólo resonase con alegres risas. La condesa, medio recostada en un sofá, se quejaba de una fuerte jaqueca, que, sin embargo, no le impedía estar alegre y risueña. Era pequeña, delgada y blanca como el alabastro.
Ramiro no pudo vencerse y enseñó la palma para que le predijera su destino. ¡Tu jofor, tu jofor! balbució la morisca. Pero apenas hubo tomado en las suyas aquella mano delgada y enérgica, soltola de pronto. Ramiro, al volver instintivamente la cabeza, hallose con la figura del canónigo que, de vuelta de la Encarnación, le había reconocido y se acercaba. Chiromanciam habemus gritó el lectoral.
Palabra del Dia
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