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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Y bien... me contestó, yo sé que usted me ha amado un día... ¿se acuerda usted?... Yo he llegado a un momento supremo de la vida, en que necesito amar y ser amada por un hombre digno de mí. ¡Soy una desgraciada!... ¿qué pasión puede inspirarme ese hombre que es mi marido?
Clara, en los días que lleva de soledad, ha cambiado mucho. ¡Hay en su carta tan singular exaltación, tan profunda tristeza, tan amargos pensamientos!... Lee, lee dijo el Comendador con viva emoción. Lucía leyó como sigue: "Amada Lucía: Mil gracias por todo cuanto estás haciendo por mí. Sería yo desleal si te ocultase nada de lo que siento.
Al eclipsarse durante una buena temporada, el pobre artista había sufrido la amargura de la soledad, desesperándose con furia infantil, como si un público inmenso le volviera la espalda. Mimaba a Gabriel como si fuese la mujer amada.
Y, no obstante, continuó leyendo en voz alta los siguientes párrafos del billete: «Pero si el Cielo, si mi ángel bueno, si la felicidad de toda mi vida hicieran que me contestase: Sí, amo a usted... ¡Ah! está mal lo que voy a decirle, y con razón me colmará usted de reproches y maldiciones; pero entonces, monseñor, no habrá poder en el mundo que me impida ser suya y sacrificárselo todo... Todo lo arrostraría, hasta la cólera de usted... Porque, en definitiva, ¿qué podría usted contra mí? ¿Hacerme morir? ¿Y qué me importaría la muerte, si había sido amada?»
Regresa al mismo tiempo el que se creía muerto; obstáculos insuperables han impedido su vuelta en la época oportuna. Su primer entrevista es horrible: Diego, al verse privado para siempre de su amada, se da la muerte, é Isabel, vencida por la fuerza de su dolor, cae moribunda al lado del cadáver de su primer amor, diciendo en sus últimas palabras que sólo él es su verdadero esposo.
Declaren ustedes antes, señores, que no quieren abusar de esa carta para hacer daño á una mujer, dijo Campistrón con acento de dignidad, poniéndose una mano sobre el corazón. Juana Baud ha sido muy amada... ¡Era tan hermosa! ¿Pueden ustedes darme su palabra de que no hay celos de por medio? Se la doy á usted, dijo Tragomer, por el señor y por mí.
Levantose del sofá, la miró frente a frente, como para buscar en el abismo azul de sus ojos confirmación a sus palabras, y luego, alzándola y atrayéndola lentamente hacia sí, pegó los labios a la oreja encendida de su amada, y murmuró estas palabras: ¿Tanto me quieres?
Yo no tengo para qué presentarme otra vez delante de esa p... exclamé, poniéndome rojo. Creí que aquel insulto dirigido a su amada le iba a exasperar. Nada de eso. Siguió tan tranquilo como si nada fuese con él. Ambos guardamos silencio. Yo quedé profundamente pensativo. Las últimas palabras del malagueño me habían llegado a lo profundo del corazón.
El joven sacerdote de Abydos la codiciaba tambien, y urdió un motin valiéndose de mi nombre y merced á unos papiros míos que sonsacó á mi amada. El motin estalló en el momento en que Cambyses volvía furioso de los desastres de su desgraciada campaña.
La condesa de Lemos se inclinó y salió. Ya lo veis, mi muy amada Margarita: el rey se lleva al esposo dijo don Felipe ; pero os dejo en buena compañía; adiós, tengo cierta impaciencia para saber lo urgente que me trae don Francisco... están pasando por cierto cosas extraordinarias... Adiós... adiós... Y el rey se levantó y saltó por la puerta secreta.
Palabra del Dia
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