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Actualizado: 1 de mayo de 2025


La situación era tan crítica que Sarto y Tarlein no me bastaban para dominarla, pues ambos tenían que acompañarme a Zenda y necesitaba una persona segura que velase por lo que yo amaba más en el mundo y me permitiese dedicarme con ánimo tranquilo a la empresa de libertar al Rey. El General me recibió con afectuosa lealtad.

Volvió la espalda y se puso a hablar con otras damas. En aquel momento el conde de Onís salió del gabinete y vino a saludarla. Le tendió la mano con afectuosa sonrisa. Ella le entregó la suya de un modo glacial, separando rápidamente la mirada. Sin embargo, pudo advertirse alrededor de sus ojos un círculo pálido que denunciaba la emoción.

Pepe concluyó por sufrir con paciencia aquel tono entre cínico y burlón de su querida. A fuerza de charlar logró hacerlo desaparecer. Clementina, cuando estaba tranquila, era afectuosa, alegre, pronta a compadecerse y a los rasgos de generosidad; su rostro, tan bello como original, no adquiría nunca dulzura, pero una expresión bondadosa y maternal que lo hacía muy simpático.

El pobre Marner salió con esta desesperación en el alma; con este desengaño en la confianza puesta en Dios y en la humanidad, que casi raya en la locura de una naturaleza afectuosa. Con el corazón amargamente herido, se dijo: «Ella también me rechazará». Y pensó que si Sara no creía en el testimonio dado contra él, toda la fe de aquella joven tenía que subvertirse como la suya.

Luchaba, lo afirmo, con todas mis fuerzas contra la tentación; pero cuando sentí sus labios sobre mi mano, cuando comprendí que no inspiraba esta acción una banal cortesía sino un sentimiento más profundo, cuando le vi inclinarse hacia mi con una expresión inquieta, afectuosa, especial, cien veces más arrebatadora que la que me había hecho pensar tantas y tantas veces... no pude contenerme.

Esto no lo sabía nadie... ni él mismo quizá de un modo cabal... Nadie más que Cecilia, cuyos ojos de zahorí enamorada, leían claramente los pensamientos más vagos que cruzaban por la mente de su cuñado. Este manifestaba por ella una predilección tan afectuosa, tal entusiasmo y veneración, que era muy fácil confundir con el amor.

Mujer, yo no hablé por mal.... Te quise avisar porque siempre te tuve ley, que eres así... una infeliz, un pedazo de pan en tus interioridades.... Déjate de políticas, no seas tonta, y de señoritos.... Fuera de eso, ¿a qué se me importa? Es por tu bien.... Se dispuso Amparo a marcharse, cogiendo debajo del brazo su tarro; pero la afectuosa encajera la quiso abrazar antes.

Hízola una fría reverencia y se fue, estremecido de espanto al considerar que quizás había arrojado todo el rico tesoro de sus cuitas en un hediondo basurero. Leticia le siguió con la vista; y si el pobre mozo hubiera vuelto la suya entonces, más grandes habrían sido sus terrores al leer lo que expresaban los ojos y el continente de su afectuosa consejera.

Y raro era el día en que el padre no la dijera: Hijita, vas a ponerme en limpio ese manuscrito que está sobre la mesa del escritorio; tu letra es más clara que la de Jacinto, y no echas borrones, ni haces raspaduras. A todos atendía Susana, y todo lo ejecutaba a maravilla. Y en el salón, en el escritorio, en el tocador y en la cocina, siempre era la misma, dispuesta y viva, amable y afectuosa.

Era leal, afectuosa sin malicia y sin envidia, de agudo ingenio, y más juiciosa y reflexiva en lo importante de lo que prometía su exterior y superficial aturdimiento. Como doña Luz era grave y mesurada, doña Manolita le servía como para completar sus modos de ser. Por esto, sin duda, y por las otras cualidades de que hemos hablado, doña Luz hizo de ella su compañera.

Palabra del Dia

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