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Porque era aquel lugar un lindo parador, techado y emparrado de verdura, puesto allí por los dueños de la finca, para que los visitantes hiciesen de veras, al llegar de la ciudad, su almuerzo a la manera campesina. Allí el queso, que manaba la leche al ser cortado, y sabía ricamente con las tortas de maíz humeantes que servía la indita de saya azul, envueltas en paños blancos.

Mandé dar un pienso a mi cabalgadura y pedí unas frioleras para , más que por satisfacer una necesidad que no sentía, por comprar el derecho de descansar un poco a la sombra y en un banco, bajo techado, ya que no era posible hacerlo al aire libre recreando los ojos en la contemplación del mar, que con estar tan cerca de allí, no se veía más que por el negro boquerón de la ría.

Liquidada ademas la cuenta de las limosnas recogidas en virtud de la Bula de la absolucion de casos reservados, dejó al cabildo una libranza de un millon ciento veintisiete mil y ochenta y ocho maravedís en que resultaba alcanzado, para que los cobrase de sus rentas la Fábrica de la catedral. Aunque la capilla mayor se habia techado, no estaba concluida.

Al décimocuarto dia se pasan de seguida, una tras otra, cuatro cachuelas, no léjos de las cuales se presenta el puerto situado sobre la ribera izquierda, y que no tiene mas habitacion que un espacioso rancho techado con hojas de palma: desde este puerto, separado del lugarejo de los Cuatro-Ojos por un hondo pantano que tiene como una legua de largo, hay que andar todavía treinta leguas para llegar á Santa-Cruz de la Sierra.

Dirán: la condesa de Lemos es querida de Quevedo; y bien, vos me habéis enseñado á despreciar al mundo. Ya no llueve dijo Quevedo. Como que estamos bajo techado contestó doña Catalina ; ahora vamos á subir... y yo os doy la mano. No hablaba yo de esta subida. Pues mirad, yo estoy muy contenta. No veo el motivo. Os tengo. ¡Pero si decís que no os amo!

En las noches de lluvia sacudían bajo el techado sus jaiques de burda capucha, herencia de los abuelos, o el mantón femenil en que se envolvían como prenda de moderna elegancia. Luego de acordar brevemente el orden que iban a seguir en su conversación con la muchacha, la tropa de rivales entraba en la cocina, por ser en invierno el porche un lugar frío. Un golpe en la puerta.

¡Oh! -replicó el cabrero-, aún no yo la mitad de los casos sucedidos a los amantes de Marcela, mas podría ser que mañana topásemos en el camino algún pastor que nos los dijese. Y, por ahora, bien será que os vais a dormir debajo de techado, porque el sereno os podría dañar la herida, puesto que es tal la medicina que se os ha puesto, que no hay que temer de contrario acidente.

Me habéis prometido no desenvainar la espada, señor alférez dijo Juan Montiño. Es verdad que os lo he prometido, aunque no es la costumbre: los padrinos siempre riñen. Lugar tendréis de reñir si me matan; pero entremos bajo techado, porque llueve muy bien. Eso es: en estas casas hundidas han quedado algunas habitaciones en pie. ¿Estáis ahí, amigo Velludo? Aquí estoy. ¿Habéis traído linterna?

Aguardaron todavía algunos minutos y cuando observaron que la lluvia cedía un poco se lanzaron fuera del techado y á paso rápido llegaron al Campo de la Bolera, atravesaron el riachuelo sobre el puente de madera y comenzaron á subir por el retorcido y pintoresco sendero que conducía á Canzana. ¡No se fatigaba, no, aquella gallarda pareja por lo agrio de la cuesta!

La Sala Capitular, llamada así por ser un local destinado para celebrar sus reuniones el Capítulo general, es un paralelógramo bastante espacioso y cómodo con su techado de bóveda: está situado en la calle del Seminario en la acera opuesta al teatro y frente al lienzo de pared que mira al norte de la Iglesia de Santiago: a la izquierda entrando tiene un altar dedicado a la Inmaculada Concepción, patrona de la corporación, y en el segundo cuerpo Santa Emerenciana, patrona de la ciudad.