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Las personas son frioleras, el frio se hace penetrante cuando sobreviene la fiebre, y recorre rápidamente el cuerpo; hay calosfríos, temblor general, y los piés y manos están helados.

Algunos usan mas adornos que las mugeres, otros continuamente exâltan cosas de poco momento: unos exâgeran las cosas de ninguna importancia; otros se hacen entremetidos, dando á entender que son grandes hombres, y solo lo son en frioleras.

Porque en tal noche no podía salir del paso con cuatro frioleras... ¡Qué bochorno!... Rosalía vio los ojos de su amiga humedecidos por las lágrimas, y quiso consolarla. «Ese perdulario sin conciencia, esa inutilidad...» fue lo único que se le ocurrió. D. Francisco entró al poco rato, menos vivaracho y humorístico de lo que solía.

Este antojo es quien vivifica la industria, y mantiene el fino gusto, la circulacion y la abundancia. A las naciones comarcanas les vendo mucho mas caras que á vos esas mismas frioleras, y de este modo sirvo con provecho al imperio. Paróse Babuco pensativo un, rato, y le borró luego de su libro.

En el camino nuestro cicerone, más aplacado, sacó de la faltriquera un paquetillo, y mostrándomelo secretamente: Caballero me dijo al oído, cigarros habanos, cajetillas, cédulas de... y otras frioleras por si usted gusta. Gracias, honrado corredor.

No es aún hora de almorzar; seguimos la calle de Montmartre hasta la calle paralela á la de Rousseau, y tiramos por ella hácia la plaza de las Victorias, donde mi mujer tenia que comprar algunas frioleras; si bien no son frioleras para , puesto que me ponen en un potro, á causa de ignorar sus nombres en francés. Tambien es cierto que los ignoro en español.

Á la lista de mis amigos y favorecedores debo añadir tres nombres queridos: D. Juan de la Puerta Canseco, de Santa Cruz de Tenerife; D. Amaranto Martinez Escobar, de Palmas de Canarias; y D. Fernando García, de Gerona. Cobramos la letra de Reus, pagamos la fonda, hacemos tres visitas, compramos algunas frioleras, y nos proveemos de dos billetes.

Mandé dar un pienso a mi cabalgadura y pedí unas frioleras para , más que por satisfacer una necesidad que no sentía, por comprar el derecho de descansar un poco a la sombra y en un banco, bajo techado, ya que no era posible hacerlo al aire libre recreando los ojos en la contemplación del mar, que con estar tan cerca de allí, no se veía más que por el negro boquerón de la ría.