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Tomaron exquisito moka, que al estanquero le pareció inferior al del café, y luego, saboreando unas copas de licor, don Juan le ofreció habanos. No es mal tabaco decía don Quintín ; pero crea usted que no hay nada como los peninsulares bien elegidos. Separáronse tras grandes protestas de lealtad y mutua protección.

Y para que la similitud fuese más completa, el olor del cigarro había impregnado toda la ropa de la Tribuna, y exhalábase de ella un perfume fuerte, poderoso y embriagador, semejante al que se percibe al levantar el papel de seda que cubre a los habanos en el cajón donde se guardan.

El almuerzo había terminado y pasaron al hall inmediato, donde estaba servido el café. Miró el coronel en torno con inquietud, examinando las cajas de habanos, la enorme licorera con sus frascos de diversos colores puestos en fila. Mientras cortaba la punta de un cigarro, Lubimoff continuó, dirigiéndose siempre á Castro: Cuando desees... eso, te bastará con elegir en los alrededores del Casino.

Pero, hombre, ¿no te juro que se han acabado ya tus malos días para siempre? ¿que me encargo de tu porvenir, bajo mi fe de notario? Si accedes a vivir, se acabarán tus sufrimientos, no volverás a trabajar, ¡tus años constarán de trescientos sesenta y cinco domingos! ¿Sin lunes? Y de lunes también, si lo prefieres. Comerás, beberás, fumarás buenos habanos.

Hoy no ha venido usted por el tributo. Le ofreció su estuche inagotable lleno de cigarros habanos. Eran las tres. El doctor había dormido su corta siesta habitual, y encontrándose solo, deseaba charlar con Isidro.

Mandó por cigarros habanos y me regaló un puñado de ellos. A la tertulia de Anguita seguía asistiendo con bastante puntualidad mi ex rival Daniel Suárez. Desde la tarde aquella de la excursión a La Palmera, en vez de aumentar su hostilidad hacia , decreció notablemente. Con buen acuerdo, sin duda, comprendió que la lucha era imposible, y renunció a ella.

El escritorio era lindo y pequeñito, como los que usan las señoras; butacas de formas diversas, forradas de telas preciosas; una fumadora; candelabros de plata tallados en el siglo pasado; las paredes forradas de damasco encarnado; en el balcón persiana de estilo modernísimo; sobre una butaca un sombrero cordobés de alas anchas y rectas; en el suelo un par de botas de montar, con las espuelas puestas aún; sobre el escritorio, en vez de papeles, un cajón abierto de cigarros habanos y un revólver niquelado.

Unicamente debo dejar consignado que Julieta estaba hecha una real moza, y que no se separó de ella un solo instante el consabido diplomático de El Ariete; que doña Juana no cabía en la casa, de satisfecha, soplada y bullidora; que don Simón se desvivía por obsequiar a todo el mundo, a pesar de hallarse algo contrariado por la circunstancia de que un inesperado Consejo de Ministros había impedido a alguno de éstos honrar la casa con su presencia; y, por último, que la concurrencia, deseando corresponder de un modo digno a tantos obsequios, bailó de firme; registró toda la casa; murmuró en cada rincón de la simplicidad del dueño y de la estrepitosa cursilería de su señora; desafinó el piano; desgajó, con parte de los tabiques, dos cortinones; se chupó o se embolsó medio millar de ricos habanos, y dejó el ambigú como si sobre él hubiera pasado un huracán.

El doctor Zurita, enterado por sus hijos de lo ocurrido, se acercó a Maltrana con la irresistible simpatía que inspiran los actos de coraje a todos los de su país. ¡Ah, gallego diablo!... Ya me lo han contado todo. Muy bien... Tome uno de hoja. Y le dio el mejor de sus habanos como un tributo de admiración. Todos le miraban los pies, fijándose en sus zapatos blancos de lona.

Esto es lo que yo me figuro cuando compro un duro de patatas, y esto es ya bastante maravilloso; pero la maravilla crece cuando pienso que mi duro no sólo es susceptible de transformarse en patatas, sino que se puede transformar también en guisantes, en zanahorias, en poesías líricas, en cigarros habanos y en otros muchos objetos que me dicte mi fantasía. ¿Qué otra cosa, en nuestro mundo moderno, tiene este poder mágico que tiene un duro, como no sea un billete de cinco duros?