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La limpia blancura de los librillos, el amarillo bajo de las fajas, el gris de estraza de las cajetillas, componían una escala de tonos simpáticos a la pupila. Y los personajes armonizaban con la decoración. Preponderaban en el taller de pitillos las muchachas de Marineda: apenas se veían aldeanas; así es que abundaban los lindos palmitos, los rostros juveniles.

Lo peor fue que por tanto emperejilarse y tanto ir a casa de su querida, se relajó en la vigilancia y cuidado del despacho, de tal modo, que cuando no le faltaban cajetillas se le concluían los sellos; resultando que empezó por perder la confianza de los parroquianos a quienes escogía puros, y acabó por desacreditar la tienda en pocos meses. Lo que sucedió entonces, fue horrible.

Mañana llevará ésta a empeñar la colcha de Filipinas y los candeleritos de plata. Lo que debíamos hacer es suprimir parte del gasto diario dijo Leo. Que no traigan carne más que para papá, y con decirle que coma en su cuarto para moverse menos, luego nosotros nos venimos al comedor, y así no se entera. Yo, con tres cajetillas a la semana tengo bastante.

¿Qué tal mi chimenea? no hace humo, como las de los ricos... Pero, explícame, ¿cómo te encuentras por estos andurriales? ahora, cuando te vi, se me figuró que serías alguno de esos pilluelos, que vienen a robar en mi despensa: por eso me eché encima de ti, sin prevenirte... Ni soñaba, hijo, que pudieras ser , ¡ajo! ¡miren al Varguitas, el rey de los cajetillas, en casa del tío Agapo!

Este, sentado entre una barricada de melones y sandías, parecía una figura chinesca, y atraia con sus galantes invitaciones; aquel, como un mostrador ambulante, llevaba sobre la cabeza una enorme artesa ó canasta de mimbres, donde bailaban á cada movimiento los panecillos de azúcar ocañera, las cajetillas de suculento ariquipe, los atados de cigarros y los olorosos panes de maiz; y el de mas acá ó mas allá se pavoneaba con una torre de abisperos de papelon, de tortas de cazabe y de otras muchas golosinas que son el regalo de los viajeros de menor cuantía y los navegantes.

En el camino nuestro cicerone, más aplacado, sacó de la faltriquera un paquetillo, y mostrándomelo secretamente: Caballero me dijo al oído, cigarros habanos, cajetillas, cédulas de... y otras frioleras por si usted gusta. Gracias, honrado corredor.

Los unitarios, que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con indiferencia; los federales, lomos negros, con desdén, pero sin oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un término a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como símbolo de su poder y la humillación de los cajetillas de la ciudad.

Aquel hombre que imponía respeto a sus convecinos mientras despachaba sellos y cajetillas, más serio que San Luis cuando administraba justicia bajo el legendario roble, era por las tardes un personaje enteramente distinto.

Cristeta escogía cuidadosamente los puros que el editor fumaba, daba a sus dependientes las cajetillas más gruesas, y, a cambio de esta amabilidad, ellos le prestaban cuantos libros pedía.